viernes, 19 de noviembre de 2010
No lo veremos.
Por Aimée Cabrera.
Preocupa a muchos capitalinos y cubanos en general, la falta de valores tan marcada en el comportamiento diario de quienes oscilan en edades muy disímiles. Ya no se puede usar la veja frase de que “la juventud está perdida”, pues testimonios nefastos vienen de quienes tienen edad suficiente para haber vivido al menos la infancia, antes del 1959.
Los cambios drásticos que trajo consigo el nuevo régimen, y lo descabellado de ver los buenos modales y la honestidad como rasgos burgueses, para aplaudir toda manifestación vulgar, trajo como consecuencia que se instaurara en el país un modo de vida caracterizado por la agresión física y verbal, así como por la indolencia casi total de quienes deben poner orden, para defender a los que sufren afectaciones directas o indirectas.
Ahora, después de cinco décadas, para muchos es normal que alguien sobrio ataque a otro porque no permite que le llamen la atención, o quizás para imponer lo que sólo puede catalogarse de antivalores, los que muestra con orgullo y transmite a sus descendientes, para ir convirtiendo a la nación, en una tierra de violencia.
Un matrimonio de profesionales ha decidido emigrar junto a sus hijos. Para no perder su residencia y otros bienes en común, se acogerán a la modalidad de contrato de trabajo, para entrar y salir de Cuba; ellos están aterrados con lo que se avecina, y opinan que ni en 3 generaciones se podrán recuperar los valores perdidos en medio siglo;”no lo veremos (cambios positivos) ni nosotros, ni nuestros hijos”-afirman.
Los que regresan a la patria como residentes foráneos se avergüenzan de la corrupción, el mal proceder, el burocratismo, el robo desde el mismo momento en que arriban al aeropuerto, los vagabundos pidiéndoles limosnas, los edificios a punto de caerse, la ciudad y sus gentes, cada día más destruidas.
Para colmo, los que no entienden todo el absurdo que cobra bríos a diario, tienen que escuchar que todo lo negativo es debido al bloqueo de los EE UU, sin dejar de constatar que, la marcada diferencia de clases agrupa a los cubanos en dirigentes y comprometidos, ambos de un lado; mientras de la orilla contraria se agrupan los que delinquen a ver si así mejoran sus vidas, o los que malviven recordando años y tiempos mejores. Estableciéndose un puente en el que vive una minoría, que siente temor de perder su estabilidad económica y centra su futuro en la emigración, si fuera preciso.
Es Cuba un país corroído por la envidia, el celo, el oportunismo. Solo así se puede entender todo lo que han sufrido las personas que mantienen sus criterios, opuestos a la ideología impuesta por el gobierno. Una simple ciudadana que no pertenece a ningún grupo ilegal u opositor fue agredida porque criticaba una situación que la afectaba.
A los ojos atónitos de los presentes, “la revolucionaria” la cogió por los cabellos y si no es porque las separaron con rapidez, hubiese tirado al piso a “la contrarrevolucionaria” Con su conducta, dio a conocer cual es el patrón a seguir para ser respetado y considerado leal. Pero lejos de conseguir su deseo, los demás la hicieron sentirse repudiada, por chusma.
Sin querer caer en falsos idealismos, lejanos a los tiempos que corren en todo el mundo, contrasta la obligación a convivir con personas de mala conducta social. “En cuanto pueda me voy”- dice una joven madre y agrega “Me criaron para que fuera revolucionaria, pero la vida me ha enseñado que no puedo seguir aquí. Mis hijos tienen que educarse en una escuela buena y tenemos el derecho a vivir en un barrio decente. Afuera están mi hermano y mi padre. Sé que hay que trabajar duro pero el futuro de mis hijos y de mi familia están primero”.
El cubano medio con escasos momentos de esparcimiento, tiene las vías de escape de los malos hábitos del cigarro, el alcohol y la droga. Cuando no hay esta última se recurren a mezclas de medicinas con el alcohol las cuales producen el éxtasis necesario para la evasión. Si alcanzarle el dinero que gana con sus sudor para gozar de un sano esparcimiento, recurre a los programas televisivos prefiriendo el deporte o materiales de acción, terror o de casos criminales.
Ahora se retransmite una telenovela donde una muchacha descubre que su amante es su hermano carnal, pero la pasión es tan fuerte que la relación continua. Otra de estreno mantiene en expectación a los televidentes que admiran cómo un hermano manda a matar al otro por serle infiel con su esposa. Sus hijos y el sobrino huérfano crecen en ese mundo de intrigas y desamor donde el poder y la violencia pueden pisotear a la familia de manera impune.
Son programaciones nocivas por el mensaje que muestran pero tienen el privilegio de ser repetidas para que muchos las vean 2 veces ofreciendo estos y otros materiales un lamentable entretenimiento, que nunca estarán en correspondencia a los principios y valores que deben primar en un medio de comunicación tan importante por su masividad.
Los números telefónicos que permiten la privacidad de personas necesitadas de atención médica y psicológica, y terapias de grupo existentes en entidades de la salud y en iglesias, no son suficientes. Solo basta ver a los adolescentes que acuden a las discotecas los sábados en la tarde, y como a la salida se golpean y muestran armas blancas para imponer sus cánones.
De madrugada es peor. Las calles que no son las principales avenidas lucen oscuras. Grupos de jóvenes las desandan después de beber o endrogarse, y atacan a personas que tienen la necesidad imperiosa de estar en la calle después de la media noche. Si no aparece alguien que puedan asustar, tiran piedras a las puertas o ventanas, o vuelcan los depósitos de basura. Para ellos no hay una autoridad que les `ponga freno.
Ya hasta se ha hecho moda que pequeñines menores de 10 años, jueguen en calles y aceras hasta pasadas las 10 de la noche. Los padres atareados en sus preferencias dejan que estos niños y niñas molesten a los vecinos, o pongan en aprietos a quienes conducen por calles llenas de baches y en penumbras, que en ocasiones tiene que frenar de repente para no lesionar a un menor.
Así las cosas, la sociedad cubana se acerca a un nuevo año del nuevo milenio. Seguidora de consignas revolucionarias, y denigrante en el trato para el que expone sus ideas y critica lo m al hecho, sin dejar de admitir los errores, que ponen en peligro su identidad.
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