viernes, 2 de julio de 2010

El éxito de todos

René Gómez Manzano

Junio 2010



En los últimos tiempos, la opinión pública y la prensa han prestado gran atención al papel desempeñado por la Iglesia Católica Cubana como interlocutora del gobierno comunista.


Esto comenzó al anunciarse el permiso de las autoridades para los desfiles dominicales de las Damas de Blanco, y aumentó tras la prolongada entrevista del pasado miércoles 19 entre los jefes de ambas entidades, el cardenal Jaime Ortega y el general Raúl Castro.



Los comentarios han subido de tono e intensidad, a raíz de adoptarse lo que parecen ser los pasos iniciales para dar cumplimiento a lo acordado entre ambas potestades. Todos aguardan expectantes que se produzcan los primeros traslados de presos políticos enfermos hacia los hospitales, medida inaugural anunciada.



Se suceden las especulaciones: unas más acertadas, otras no tanto. Me llamó la atención el comentario de un prestigioso cubanólogo, que echa en falta ver al purpurado habanero “apretándole duro las tuercas a Raúl”. En realidad, bajo un sistema totalitario como el de La Habana, ningún nacional suele “apretarle las tuercas” -¡y mucho menos “duro”!— al gobernante de turno.



Estimo que ya es un logro —y nada despreciable— que el régimen comunista haya accedido a dar esos pasos, y que haya utilizado, como interlocutora válida, a una entidad que, cualesquiera que sean los errores atribuidos a su jerarquía, es realmente independiente, como la Iglesia Católica.



Creo que, aunque esto no sea lo más importante, tampoco conviene exagerar el papel de esta institución. El rol principal —pienso— corresponde a los presos políticos, a las dignas Damas de Blanco, a los autores de las huelgas de hambre, Orlando Zapata y Guillermo Fariñas.



Los primeros se han negado a claudicar ante el régimen; las segundas han mantenido encendida, semana tras semana, la llama del desafío y la esperanza; los terceros no han vacilado en apostar sus vidas en el esfuerzo por alcanzar sus nobles propósitos.



Pero lo fundamental en este momento no es determinar los méritos que correspondan a cada actor. Se sabe que, aunque el fracaso es huérfano, el éxito suele tener numerosos padres; de modo que es sólo natural que muchos reclamen el mérito de haber inspirado esos pasos, que comienzan a ser ya algo distinto.



Lo principal es que empiecen a abrirse vías de entendimiento, que se escuchen las voces de los diferentes sectores de la sociedad. Si se echa a andar en esa dirección, entonces la autoría del camino se hará menos importante.



Soy moderadamente optimista. No creo que, desde el punto de vista del régimen, tenga sentido haber iniciado este diálogo con la Iglesia para finalizarlo sin resultado alguno, asumir determinados compromisos con el propósito de incumplirlos, o levantar faltas expectativas para acabar defraudando a todos.



Por todo ello pienso que esta nueva etapa desembocará en la liberación de cautivos de conciencia, especialmente los enfermos, que son los que más sufren en la presente coyuntura. Si ello es así, entonces podemos felicitar a todos los que han intervenido directamente en el proceso, porque el éxito será de Cuba; es decir, de todos.

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