lunes, 27 de septiembre de 2010

¡Basta de indiferencia!

Vicente Escobal


MIAMI, Florida, septiembre, www.cubanet.org -Si algo define al actual proyecto de “reordenamiento” de la política de empleo en Cuba es justamente la superficialidad con que aborda el tema socio-laboral.


Cuba se encuentra en un momento de su historia particularmente crítico que angustia y preocupa al ciudadano. La inseguridad en el mañana toma cada día más espacios en la sociedad y el tema de las carencias materiales y espirituales acapara el cotidiano diálogo entre familiares, amigos y colegas. Mucho del sufrimiento que acompaña a este fenómeno se debe a la injusticia manifestada en condiciones lesivas de trabajo y salarios de miseria que impiden al trabajador enfrentar y resolver decorosamente sus más apremiantes necesidades personales y familiares, y no como consecuencia de lo que el régimen prefiere denominar “plantillas infladas”.


Entre los variados y múltiples escollos que obstaculizan el desarrollo de la producción y los servicios en Cuba, se destaca con particular notoriedad la apatía del trabajador por la falta de incentivos. La promoción de una sólida conciencia laboral no debe reducirse ni condicionarse a efímeras campañas propagandísticas cargadas de retórica y permeadas de intereses ideológicos generalmente coyunturales. La publicitada unidad obrera no debe basarse en la adhesión a la figura de un líder, un partido o una ideología.


Los trabajadores constituyen de por si la única fuerza material e intelectual capaz de forjar un mundo nuevo, y para ello sólo necesitan que se les reconozcan y respeten sus derechos, que se garantice su dignidad, que no se les manipule ni se les obligue a transitar por caminos opuestos a sus prioridades e intereses más auténticos.


El sistema totalitario impuesto hace ya más de medio siglo ha tratado de desarraigar del obrero cubano su sentimiento de productor, para de esa forma manipularlo y fragmentarlo bajo los absurdos y caricaturescos dogmas de la "dictadura del proletariado". El proletariado no necesita dictaduras ni dictadores. Las dictaduras — llámense como se llamen— sólo entrañan violaciones, abusos, privilegios y arbitrariedades. La clase obrera cubana reclama democracia sin paternalismo ni tutelaje.


Democracia para organizar sindicatos libres y elegir a sus representantes, democracia para reclamar derechos, denunciar injusticias y formular reivindicaciones sin el miedo a la represalia, la coacción o el despido. Para que desaparezca el fantasma del chantaje moral y el soborno ético, para que el salario satisfaga plenamente las necesidades más urgentes. Democracia para no sufrir la terrible humillación de no poder adquirir con el dinero ganado honradamente lo que otros adquieren

con una moneda extranjera.


El sindicalismo al que debe aspirar la sociedad cubana ha de sustentarse en sus mejores tradiciones, enriquecidas con la experiencia de otras naciones que en circunstancias similares han logrado desarrollar y consolidar un movimiento sindical con una sólida base social y en congruencia con las condiciones especificas de cada sociedad.


El movimiento sindical debe estar regido por una clara noción ética que deseche los anacrónicos sofismas que intentan atribuir a la lucha de clases un valor excepcional en el terreno de las reivindicaciones socio-laborales, junto a otros desgastados presupuestos con los que se ha intentado viciar y vaciar a los sindicatos, convirtiéndolos en una masa muda y amorfa, hábilmente manipulada por mezquinos intereses. La reciente declaración de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) respaldando el despido de más de medio millón de trabajadores ratifica estas ideas.


Los sindicatos no pueden adherirse a un proyecto político porque su actividad es otra, pero los trabajadores organizados de manera autónoma y democrática pueden y deben ofrecer sus impresiones y evaluaciones sobre todo aquello que directa o indirectamente afecta a la sociedad.


El actual liderazgo de la CTC debe entender que las ideas del sindicalismo no constituyen una ideología, aunque éstas no deben resultarle indiferentes en cuanto a su contenido social y ético. Los sindicatos no pueden desarrollar su labor inspirados en una propuesta política, pero a los líderes de los trabajadores debe interesarles el grado de compromiso social que tales propuestas contienen. El modo en que la CTC debe enfocar y examinar los fenómenos sociales no debe comprometerla con las ideologías ni obligarla a inclinarse o sentirse presionada por ningún dogma ideológico.


El discurso sindical y las luchas socio-laborales de los trabajadores tienen un alto contenido moral y son portadores de un transparente mensaje a los políticos y a todos los que se ocupan de los problemas que conciernen a la sociedad: los conflictos laborales deben ser claramente identificados, enfrentados y resueltos por los propios trabajadores. La CTC debe repudiar la intromisión del partido gobernante en Cuba en el ámbito laboral y abogar porque la actividad sindical quede libre del pesado fardo de la retórica, el oportunismo, el populismo y la fatídica demagogia.


La médula de una central sindical es única y exclusivamente el trabajador, su preferencial objeto, el recurso más importante de cualquier sociedad. Pero al trabajador hay que interpretarlo como a un ser integral, dinámico y concreto, capaz de transformar y hacer evolucionar la sociedad, la economía, la política, la ciencia y la cultura.


Si algo ocurre en Cuba que alarma y preocupa es que los problemas no se reconocen. El propio marxismo, — cuyas tesis personalmente no respaldo — en sus postulados metodológicos y filosóficos tiende a la búsqueda incesante de soluciones a través de la dialéctica aplicada al hombre, la historia y la sociedad. El inmovilismo jamás propiciará el desarrollo de las ideas.


Entre los trabajadores cubanos avanza el descontento y la frustración: los salarios son bajos, las condiciones de empleo son deficientes, la centralización administrativa propicia un sistema de decisiones arbitrarias, las reclamaciones y los conflictos laborales son interpretados como acciones antisociales o contrarrevolucionarias, los despidos son selectivos y generalmente por consideraciones ideológicas, el Partido Comunista traza sus directivas al movimiento sindical y cualquier posición de disentimiento puede sufrir toda clase de abusos, yendo desde amenazas hasta infundados e ilegítimos despido


El rasgo más debilitador del sindicalismo cubano es su total falta de independencia, que es una de las principales barreras a la justicia. Los sindicatos oficiales a todos los niveles no son contrafuerza institucional significativa a los abusos del poder ejercido por una élite burocratizada e insensible. Las raíces del sistema sindical vigente en Cuba están claramente caracterizadas por un profundo y nocivo involucramiento del Estado en el movimiento obrero.


La mayoría de los dirigentes y activistas sindicales, desde la base hasta los más altos niveles de dirección nacional, son militantes del Partido Comunista; como resultado las organizaciones sindicales son dóciles apéndices de la administración y han sido muy poco activas en defender sus propios derechos y los de sus afiliados. La intervención del Estado en los sindicatos ha destruido la confianza obrera en el sistema sindical.


¿Por qué se mantiene en la actividad laboral un ambiente de indisciplinas, improductividad, desvíos de recursos, incumplimientos de las normas de protección de higiene, incremento de los accidentes mortales de trabajo, ausentismo, faltantes económicos y otras acciones delictivas? ¿Cuáles son las causas del bajo aprovechamiento de la jornada laboral, la irrentabilidad en el sector estatal, la desorganización y el creciente desempleo y subempleo? ¿Es deseable un movimiento sindical absolutamente dependiente de las directivas estatales a espaldas de los intereses de los trabajadores?


Las criticas y los disentimientos del trabajador cubano no trascienden precisamente por la ausencia de un sindicalismo autónomo y por las manipulaciones que se hacen para silenciar todo brote de descontento. La imagen de adhesión al gobierno que pretende proyectarse es falsa; los trabajadores cubanos han sido "educados" de forma tal que todo cuanto se les solicite sea aceptado de forma "unánime y voluntaria". El manto de terror tendido sobre la sociedad cubana en general y los trabajadores en particular ha dado sus lacerantes frutos, pero la impopularidad del gobierno y el descontento popular crecen y se generalizan.


Cuba se ha convertido en un gigantesco laboratorio donde por más de medio siglo se ha ensayado toda suerte de experimentos. No existe un programa de desarrollo armónico y coherente porque todas las estrategias gubernamentales se han diseñado a partir de factores coyunturales, sin otro interés que preservar el monopolio del poder.


Los trabajadores cubanos lo han dado todo en aras de un sueño que nunca alcanzan; han contemplado con impotencia como se han desvanecido sus mejores esperanzas; han soportado la humillación de no contar con los recursos elementales para ofrecer a su familia una vida decorosa.


Digámoslo con total claridad y honestidad: Señores de la CTC: por el bien de la Patria: basta ya de temores, de racionamientos, de apagones, de incertidumbres. Basta de represión y chantaje. Basta de envilecimientos con acciones deshonestas impulsadas por la urgente necesidad de alimentar a la familia. Basta de simulaciones y de duplicidad moral. Basta de no tener libertad para expresar las ideas. Basta de indiferencia.

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