lunes, 27 de septiembre de 2010

Una razón para estar preocupado


René Gómez Manzano



En los últimos días han aparecido distintos documentos públicos sobre el tema de las recientes excarcelaciones de presos políticos, y sobre el papel desempeñado en ese proceso por la Iglesia Católica Cubana.


El viernes 20 de agosto se calificó de “bochornosa” la actuación de esa institución -la más antigua de nuestro país- en una carta calzada con los nombres de más de cien personas, entre ellas algunos conocidos opositores; pero varios de los supuestos firmantes se han desmarcado de ese empeño. A ese escrito siguieron contundentes respuestas suscritas por laicos muy vinculados a la jerarquía eclesiástica.


El pasado jueves se publicó una declaración emitida por los tres miembros del Secretariado Pro Tempore de la Agenda para la Transición Cubana que están facultados para emitir documentos urgentes en nombre de esa coalición, sin dudas la más nutrida y variopinta de la oposición pacífica interna.


En este último escrito, aunque no falta determinada crítica a algún prelado, se da una valoración positiva de la actuación de la Iglesia y se saluda el proceso de excarcelaciones, aunque condenando que hasta el momento haya estado acompañado por la obligatoria emigración de los liberados.


Creo que estos sucesos dan pie a que meditemos acerca de esa problemática y de las distintas divergencias sobre las que versa la polémica.


Durante decenios, el tema de los presos políticos ha sido el primer punto en las agendas de las distintas agrupaciones opositoras, e incluso ha ocupado un lugar relevante en las peticiones de otras fuerzas que no tienen ese carácter. Esto es justo y necesario, porque esos hermanos son los que de manera más directa y cruel sufren la opresión totalitaria.


La pregunta que tenemos que hacernos es si en verdad creemos en la conveniencia y la necesidad de excarcelarlos, como hemos proclamado durante tanto tiempo. Si lo creemos, entonces debemos actuar de modo coherente. Lo inconsecuente es afirmar que el hecho (condenable, a no dudarlo) de que la excarcelación de varias decenas de ellos haya implicado hasta ahora su marcha al exilio, “beneficia a la dictadura”.


Análoga valoración merecen las lamentaciones sobre la posible desaparición del estupendo movimiento Damas de Blanco. Como se sabe, esas mujeres admirables han expresado que ellas existirán “mientras haya un solo preso político”.


Esto quiere decir que la dispersión del grupo significaría necesariamente que ya no hay presos políticos en Cuba. ¿Es eso lamentable? ¿Hay que pensar que porque el gobierno “aspira desesperadamente” a la desaparición del movimiento Damas de Blanco debemos desear que siga habiendo cautivos de conciencia?


Creo que es hora de que la oposición pacífica de nuestro archipiélago sea capaz de aplicar la lógica y de juntarse para acometer empeños comunes en todo aquello en lo que estemos de acuerdo. Para eso habrá que dejar a un lado ansias protagónicas que a estas alturas resultan absurdas, si no risibles.


En el ínterin, el doctor Castro, refiriéndose -como suele hacerlo en los últimos tiempos- a la actual situación en el Medio Oriente, señala “238 razones para estar preocupado”. A fuer de sincero, a mí se me ocurre una sola, pero no es extranjera, sino nacional: la catástrofe en que está sumida nuestra desdichada Cuba tras medio siglo de régimen comunista.

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