lunes, 27 de septiembre de 2010
Uno solo hace declaraciones
René Gómez Manzano
En julio fue detenido en Caracas el salvadoreño Francisco Chávez Abarca, acusado de actos terroristas en Cuba. Él mismo se metió en la boca del lobo, viajando a Venezuela, aliada del castrismo. Esto ha provocado especulaciones, como la de Bertrand de la Grange, quien afirmó hace unas semanas que “es probablemente un agente cubano”.
Horas después del arresto se informó que el sospechoso había reconocido su participación en hechos delictivos graves; algunos en la propia Venezuela, en la que involucró a varios opositores. Los chavistas, en lugar de enjuiciarlo por esos actos dirigidos contra su propio país, decidieron extraditarlo a Cuba.
Quizás por deformación profesional, desconfío cada vez que veo una confesión como la de Francisco Chávez. Mi experiencia de abogado es que los acusados, como regla, tratan de minimizar su responsabilidad. En Cuba, a menudo, una autoincriminación de ese tipo se logra sólo tras meses de “recibir atención” en celdas tapiadas.
Pero el salvadoreño, como si fuese un masoquista o un aberrado, hizo ante sus captores una explanación detallada de sus fechorías. Y esto aunque su aspecto, al ser enviado a Cuba poco después, no era el de una persona maltratada.
No obstante, como jurista, la razón principal por la que siento interés en este caso es la rapidez admirable con la que se realizaron los trámites. Como veremos, esa premura extrema no se ajusta a las disposiciones legales aplicables.
En Cuba, el asunto es regulado en los artículos del 435 al 441 de la Ley de Procedimiento Penal, que son bastante escuetos, pero señalan la abundante papelería que debe presentarse legalizada. En Venezuela, se contemplan plazos de dos meses para la entrega de la documentación, más 30 días posteriores a la notificación del solicitado para celebrar una audiencia, más una quincena para decidir el caso. Esto según el Título VII del Código Orgánico Procesal Penal.
La realización de esos trámites en sólo una semana despierta interrogantes. ¿Se habrá actuado así para evitar el contacto del detenido con la prensa libre venezolana, que aún sobrevive? En cualquier caso, el sucedido merece figurar en el libro de récords Guinness. Aunque en Cuba sabemos tramitar aceleradamente asuntos penales. Recordemos a los tres desdichados fusilados en 2003 por haber secuestrado una embarcación durante algunas horas.
Desde la extradición del Chávez Abarca, el régimen de La Habana ha guardado silencio. ¿Qué harán con él? ¿Lo mostrarán próximamente por televisión? ¿Tal vez antes de las elecciones parlamentarias en Venezuela, el próximo 26 de septiembre?
Por si su rostro reaparece ante los periodistas, viene al caso recordar la anécdota del cubano que decenios atrás secuestró una aeronave y voló de Estados Unidos a la Isla. Ya en poder de los agentes de La Habana, expresó que deseaba hacer importantes declaraciones, por lo cual debían convocar a la prensa.
No sé cómo calificar las palabras de su interrogador; si estricto apego a la verdad o desparpajo. Lo cierto es que el secuestrador recibió esta respuesta: “En este país hay una sola persona que formula declaraciones importantes”. Veremos si Chávez Abarca hace manifestaciones de ese tipo, y entonces juzgaremos.
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