lunes, 27 de septiembre de 2010
¡Pobre Cuba!
René Gómez Manzano
Los trabajadores cubanos andan preocupados por el inminente inicio del despido masivo de más de un millón de empleados, anunciado hace meses por el presidente Raúl Castro. Esa cifra impresionante ha sido precisada por especialistas bien informados, que hablan de no menos de un millón 250 mil.
De manera típicamente orwelliana, el anuncio final de la impopular medida ha correspondido a la tristemente célebre Central de Trabajadores de Cuba, el gremio oficialista que, lejos de defender a sus miembros, se ha consagrado históricamente a exigirles el cumplimiento de las más ingratas demandas de la patronal.
En este caso, bajo el nombre de la CTC, se ha publicado un pronunciamiento en el periódico Granma. El denso documento, junto a numerosos lugares comunes de la propaganda comunista, plantea que, entre los lineamientos para 2011, se contempla “la reducción de más de 500.000 trabajadores en el sector estatal”.
En un párrafo antológico, los supuestos representantes del proletariado hacen un inventario de las medidas anti-obreras que propugnan: “Es necesario elevar la producción y la calidad de los servicios, reducir los abultados gastos sociales y eliminar gratuidades indebidas, subsidios excesivos, el estudio como fuente de empleo y la jubilación anticipada”.
¿El principio rector del proceso?: la idoneidad demostrada. A quienes desconocen las sutilezas de la neo-lengua castrista hay que aclararles que ese eufemismo contiene, como elemento fundamental, la aceptación expresa de las políticas del régimen. O sea, que podemos contar con que este proceso será aprovechado para premiar a los incondicionales y castigar a los desafectos.
Por supuesto, a los cesanteados les ofrecerán las alternativas de siempre. En primer término, la agricultura, que en el caso de La Habana y de otras ciudades mayores implica alejarse de la familia, instalarse en albergues infectos, usar transportes de cuarta categoría y realizar una labor a la que no se está habituado, por un salario ridículo.
¿Otras opciones? Limpieza de calles, enterrador, buzo o cazador de cocodrilos en la Ciénaga de Zapata. Como imaginarán, esas propuestas, que son las que suelen recibir los jóvenes que arriban a la edad laboral, resultarán menos atractivas para los adultos que no se han criado en esos medios.
Queda entonces la variante del trabajo por cuenta propia. Incluso los periodistas independientes comentan con moderado optimismo sobre esa perspectiva. La mayoría de los trabajadores entrevistados expresa la esperanza de aumentar sus ingresos por esa vía. Lo que, por supuesto, está por verse.
No hay dudas de que algunos alcanzarán ese objetivo, pero será probablemente una minoría. Los más, apacentados durante decenios en los amplios establos comunistas, no se acostumbrarán a labrarse su propio destino y sucumbirán en la desigual pelea. En el ínterin, cabe esperar que la prostitución y el delito común florezcan como nunca antes. Ojalá me equivoque.
Donde sí existe un entusiasmo delirante por la purga anunciada es en las filas del sistema estatal de inspectores. Estos funcionarios, entre los que proliferan el cohecho y la desvergüenza, se afilan los dientes pensando en la multitud de infelices que caerán en sus fauces. Como es natural, ellos aspiran a que sus parientes y amigotes engruesen su contingente, por lo que también el nepotismo hará su agosto. ¡Pobre Cuba!
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