Frank Correa
En lo más miserable de La aldea, en el corazón del barrio marginal de Romerillo, municipio habanero Playa, vive Tonyto el artista, un rastafari que pinta sobre lienzo mujeres negras de soberbias posturas que arrancan de árboles estériles manzanas maduras.
La casa de Tonyto es tan vieja que parece va a desplomarse. Su padre en un tiempo fue recolector de materia prima, durante años llenó el portal y los cuartos de objetos inservibles que no pudo comercializar y ahora forman parte del domicilio. El piso de la casa se ha hundido. Las ventanas no cierran por la humedad, la puerta tuvieron que reforzarla con chatarra.
Hay dos cuartos pequeños, en uno duermen sus padres, una pareja de ancianos que implantaron en Tonyto una disciplina exquisita a pesar de la pobreza en que siempre han vivido, y sin querer lo volvieron artista. EL cuarto de Tonyto está lleno de esas divas encerradas bajo el enigmático contraste del fruto parido en ramas inhóspitas, un simbolismo recurrente que marca su estilo.
También aparecen niños gateando en posiciones frontales con el ceño fruncido en tono de disgusto, y hombres escuálidos con las manos en los bolsillos. Todas sus creaciones, con acuarela o plumilla, reflejan la estirpe de su raza esclavizada primero y marginada después, por siglos.
Tonyto pudiera haber expuesto sus pinturas en cualquier galería de la ciudad, si alguna institución cultural se hubiera encargado de auspiciarla, o en su vida apareciera por milagro un mecenas que lo saque de la mendicidad, pero cualquier intento personal resulta de antemano fallido, pertenece sin saberlo al movimiento de integración racial, su grito de rebeldía aparece demasiado nítido para agradar a los oficiales de la cultura.
Hace poco salió a la luz un documento histórico titulado Cuba profunda habla, donde una decena de investigadores, periodistas independientes, escritores y ensayistas cubanos disidentes intentaron explicar con palabras el grave problema de esa mujer negra llamada Cuba, que desesperada idealiza frutos en árboles secos por la desidia de un sistema social en agonía.
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