viernes, 21 de enero de 2011

Breves de Ciudad de La Habana

Ciudad de La Habana
DICTADURA
Frank Correa
Hace poco un brasileño que investiga  sobre el periodismo independiente  me contactó  para  entrevistarme. Nos encontramos  un lunes por la mañana frente al hotel Habana Libre,   confesó  que  por más que observaba el país  no veía ninguna dictadura.
Le expliqué  los  múltiples riesgos  del oficio y   las condenas que purgaban en  prisión   algunos de sus fundadores,  pero el  hombre continuaba sin ver la dictadura.
Para  que aprovechara  su estancia en Cuba le propuse  al otro día  ir  a Santa Fe para  que conociera   a Tania Díaz Castro, luego a   Lawton por Juan González Febles,   donde  confecciona  en su   pequeño apartamento de la calle Armas la revista Primavera Digital,    y el jueves participaríamos en  una tertulia del Club de Escritores Independientes.
El brasileño se interesó en  conocer Jaimanitas para  ver cómo vivía,   lo monté en un  viejo almendrón americano de los años cincuenta  que por  veinte  pesos  nos llevó hasta el barrio.   
Evitó  sentarse en   mi  viejo butacón por  temor a derribarlo, prefirió tomar fotos del techo endeble, la ausencia de mobiliario,   la  insuficiencia  de espacio,  lamenté no poder invitarlo a almorzar porque estábamos a fin de mes,  la excusa le  extrañó. Tuve que contarle que en Cuba vivíamos con una libreta de racionamiento,  los productos  alcanzaban solo para  la mitad del  mes, el resto de los  días  había  que lucharlos  a altos precios  en el mercado negro.
Le  entusiasmó  la idea  de  acompañarme  al mercado negro a luchar la  comida. En  la bodega  de manera subrepticia conseguimos arroz  y frijoles, no pudimos llevar  aceite por falta de pomo, seguimos para  casa de Rubén el pelú, matador de cerdos, entramos por un  estrecho pasillo  y  el brasileño  se atoró,  pero felizmente pudo llegar a  la  carne,    sacó cuentas,  anotó,   tomó  fotos.
Continuamos hacia el agro mercado, donde solo había plátanos,  compró  una mano,  anotó el precio, sacó cuentas,   retrató. Conseguí un pomo vacío y corrimos  a la bodega por el aceite, pero  ya había cerrado.   
Mientras comíamos  reconoció  que en Brasil los alimentos sobraban. Nos despedimos  al final de la tarde, con la intención de vernos al otro día en el mismo sitio   para  cumplir el plan de actividades acordado, pero por la noche mi vecina me llamó para darme un recado:  
--Llamó tu amigo  brasileño, dice  que  lo regresan  a su país en el vuelo de las doce, y le quitaron las fotos.
     
MUERTO A PALOS
Frank Correa
Jaimanitas acaba de ser  testigo de otro suceso alucinante de los tantos que  la distinguen, en la calle 232 entre Tercera y Tercera B,  número  260,  fue muerto   a palos  Raúl, un aciano de  noventas años, por sus dos hermanos de 87 y 86 años.
Los tres viejitos vivían solos en la casa  y siempre  peleaban  cuando  Raúl  sufría sus ataques de delirio,  durante las crisis   aparecía  la muerte  preguntándole  a cual de los tres  quería que se llevara, entonces los otros   lo acallaban a palos.
Recientemente apareció una muchacha que dijo ser bisnieta de Raúl, quien es el  propietario de la casa. Ninguno  de los tres  la conoce  pero de todas formas la muchacha se asentó en un cuarto,  dijo en el barrio que iba a cuidar a los ancianos, luego trajo a vivir con ella a un policía,  se comenta  que la joven es  una aprovechada  con  aspiraciones a quedarse con la casa cuando los viejos estiren  la pata.
Pero anoche la entrada a palos  de los hermanos fue tremenda, porque Raúl  dijo que veía a la muerte demasiada clara,   insistiendo que respondiera   a cuál de los tres llevarse,   y  antes que el anciano   hablara  lo acostaron en la cama y lo molieron a palos,   la muchacha salió a la calle pidiendo auxilio,   Mario  el relojero y el bemba  pasaban por la calle en ese momento y los desapartaron,  pero  ya Raúl estaba muerto.
El policía   llegó de inmediato,   aportó  los datos del occiso,   explicó el desequilibrio  mental  que sufrían  los  otros dos  viejos.  
Nos reunimos en la esquina  antes del entierro  Ñico, Crispín, el churro  y Joaquinito, ha  recordar  a  Raúl,   quien fue en su tiempo un   personaje   público,   tenía   casi la misma edad del pueblo y  conocía   las historias más increíbles  sobre  Jaimanitas. También  comentamos  de    sus  visiones demoníacas,   las golpizas,     la   bisnieta recién aparecida  que debía estar muy  contenta con la  primera baja.
Los transeúntes  que  se detenían  a   preguntar de qué había muerto  el anciano no querían   creer que  fue  muerto a palos,   y   menos   aceptaban que por   sus  propios hermanos.  Y mucho menos   la coincidencia que el  primer apellido de Raúl era Castro.
EL DESCUBRIMIENTO DE PADILLA
Frank Correa
Leonardo Padilla,    un cocinero por cuenta propia en embajadas que solicitan  sus servicios por sus conocimientos de la culinaria internacional,  y que gusta  en su tiempo libre  estudiar los comportamientos sociales,   dice que acaba de descubrir  por qué fracasó el socialismo en Cuba.    .
Le tomó cinco años llegar al descubrimiento,  que incluyó  leerse   decenas de libros de marxismo y numerosos análisis estadísticos, pero sobre todo observar a profundidad a Cuba,  y  responderse  los   discursos del comandante en jefe durante 50 años,  donde aseguraba que el socialismo era la sociedad del futuro
Padilla llegó  a la conclusión que es en  el concepto  Educación donde  se falla, de ahí se derivan todos los males: La corrupción, el desvarío del estado y el gobierno para resolver los problemas  y sobre todo el divorcio  con la realidad,  con  lo cívico y   lo ético.
Me puso un ejemplo concreto, el caso de su refrigerador chino,  que además de  que le recogieron de su casa un  Philco americano en buen  estado sin que le valoraran  un centavo, el estado   le ha impuesto  una deuda de seis mil cien pesos  por el  aparato nuevo, pero solo mediante   dos formas de pago, al contado o por crédito bancario  avalado por un centro de trabajo.
Como Padilla es desvinculado laboral  el representante del gobierno en Jaimanitas le alertó que en enero serán puestos a disposición de los tribunales lo que no hayan pagado el refrigerador. Lleva un mes  peloteado de una oficina a otra  buscando la forma de pagar, pero las trabas burocráticas   no se lo permiten, le exigen que se busque un co deudor, pero nadie quiere echarse arriba esa deuda. Intuye entre el estado y el gobierno una   componenda con  mal final, cuando  pongan en manos de los tribunales  a los morosos un juez   pudiera dictar sentencia y sus huesos   van a terminar en la cárcel.
El  representante del gobierno lo envío ayer  otra vez  a  la Dirección de Finanzas y Precios del municipio Playa,  pero en esa instancia  solo  se están  entregando   chequeras para  amas de casas puras,  según le dijo  la funcionaria  Olivia,   que lo trató  sumamente mal,  y luego de un intercambio  filosófico cargado  de ironía,    sentenció  que su caso no tenía solución.
Padilla intentó explicarle  su tesis sobre del divorcio del estado y el gobierno con el pueblo y la realidad objetiva  y Olivia se ofendió.  Le dio la espalda,  dijo que el estado era ella y  que se reía del gobierno, que no le interesaba nada,  de nada. Que se fuera con su cuento a otra parte.
EL FIN DE UNA ESPERANZA
Frank Correa
La iglesia evangélica de Jaimanitas fue cerrada por el estado bajo las justificaciones siguientes: la música que acompañaba a las alabanzas y las adoraciones era muy alta y la algarabía de los fieles perturbaba a los vecinos colindantes, sobre todo a los niños.
También porque en el Registro de la Propiedad,  ese lugar aparece como la vivienda de Marlem Gatorno, una vieja casona de madera rodeada de un terreno baldío, y esta iglesia evangélica fue levantada hace un año con esfuerzos propios, por los cristianos de Jaimanitas que debían viajar hasta la Liga evangélica de Cuba, situada en el municipio Marianao, a veces hasta tres veces al día, para  ayunos,  vigilas y  cultos. Entonces entregaron sus pocos ingresos para comprar materiales constructivos y sillas, edificaron una gran nave con púlpito y eligieron a su propio Pastor y a sus ministros.
En aquel terreno abandonado del patio de la vivienda de Marlem Gatorno, se levantó un refugio de esperanza que irradió una nueva luz. Los misioneros comenzaron a predicar por todo el pueblo la palabra del Señor y a rescatar las ovejas perdidas. Así en un tiempo mínimo se fueron convirtiendo a la fe de Cristo muchos borrachos, locos, delincuentes y jineteras, que encontraron alivio en aquel recinto, algo muy difícil de conseguir en estos tiempos.
La iglesia de Jaimanitas comenzó a crecer y a expandirse y ya resultaba pequeña para tantos cristianos que acudían todos los días en busca de las bendiciones del espíritu santo. La calle tercera y 230 se llenaba tanto que dificultaba en horas de la noche el tráfico y siempre tenía invitado a un pastor de Chile, Perú, España o los Estados Unidos.
Cuando la Liga evangélica de Cuba les donó el moderno equipamiento de audio, la potente voz del Pastor en su prédica se escuchaba a muchas cuadras a la redonda. Sobre la puerta de entrada colgaron un inmenso cartel: “Esta es una iglesia feliz y en Victoria”.
Hace poco llegaron los inspectores estatales como fariseos a enrarecer el templo con sus incriminaciones del  ruido y la violación de la Ley de la Propiedad y pusieron fin a tanta dicha. Los borrachos han regresado a sus botellas, los locos a tirar piedras por las calles, las jineteras a la Quinta avenida y los delincuentes a sus delitos. Donde antes se elevaba una iglesia feliz y en victoria existe nuevamente un terreno baldío.
                                      
EL HOYO NEGRO
Frank Correa
En la playa Guanabo,  en un sitio llamado La barca, a unos cien metro del mar  y sobre un promontorio,  se encuentra  enclavada Villa Coral, el hotelito  de descanso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
Hermosa construcción  muy bien cuidada, con diez habitaciones rodeada de jardines,  un parque  para niños,   un estanque con peces,  un restaurante, un bar y una pista de baile siempre  vacía.
Las  manos de  numerosos artistas  de la  plástica como  Fabelo,  Nelson Domínguez, Choco, Ever Fonseca,   aparecen  por  los rincones de la instalación,   en  pinturas,  jarrones,  cerámicas, estatuas. Por allí ha  transitado  parte de lo más culto  de  Cuba del último medio siglo.
Villa Coral también es un sitio preparado para  la lectura de libros por los miembros de  los jurados internacionales   encargados de dictaminar  qué artista subirá al pináculo  cada año en los concursos de literatura.    
Pero un   misterio convertido en  leyenda  por  los custodios y el personal de servicio del hotel  pone sobre aviso a los huéspedes cuando  se instalan el primer día. Cuentan   que por  las noches  se escuchan  voces,  como si   alguien cantara y recitara,   además  un gato negro ronda los pasillos y   han visto de madrugada extrañas siluetas deambulando   por los jardines.
El año pasado en la habitación número 2 amaneció muerto un guionista de cine,   y hace poco en la número 8  un  joven realizador de video de  la filial de Bayamo  parece haber visto algo de madrugada y sufrió un ataque cardíaco, su madre, una cantante de música campesina y miembro de la  UNEAC  por más de treinta  años,    despertó  a gritos a  los huéspedes para que  la ayudaran,  cuando  al fin apareció el auxilio   ya era tarde,  el artista murió camino al hospital.
Dice  un viejo custodio que  tantos  enigmas quizás  se deban a que la edificación  fue  construida  sobre un antiguo cementerio,   jura  por su madre  a los huéspedes que escuchan sus historias   que en la habitación número 1  las ventanas  y la puerta se abren solas, y  en ella  existe un hoyo negro,   todo el que  se hospeda allí  siempre pierde algo.
En  mi  caso particular   puedo dar i.e. de ello, la única vez que disfruté  de  un descanso en Villa Coral  despareció  mi cepillo de dientes.
CORALIA Y CHINGLE
Frank Correa
Una anciana de Jaimanitas llamada Coralia,  acaba de ser víctima del atraco más increíble en la historia del pueblo. Tiene dos hijos, Milagros que vive  en Miami  y Chingle, preso con una condena de veinte años en  la prisión de Guanajay. Con el dinero que le manda  Milagros de Miami  Coralia le lleva la jaba todos los meses a Chingle.
Recientemente Milagros invitó a  su madre  a Miami  por un mes,  y  Coralia regresó a Cuba con mil dólares que depositó en el banco por indicación  de Chingle, quien la asustó diciéndole   que muchos ladrones andaban sueltos por ahí.
Coralia fue  una aguerrida militante comunista que trabajó   por la construcción del hombre nuevo toda la vida, hasta que le llegó  el retiro, junto con  el  periodo especial,   dejó el comunismo,  se hizo cristiana, su casa fue  casa de culto hasta que se inauguró  la  iglesia de Jaimanitas. Vive  con el miedo constante que la  Seguridad del Estado llegue un día  y le pida  cuenta, por eso cuando  los dos jóvenes la interceptaron en la calle para el atraco,  pensó que había llegado el momento.
El que la agarró por el brazo   le pidió  que cooperara,  le advirtió  que los dólares  guardados  en el banco podían  traerle problemas,  era mejor  sacarlos, le prometieron que si se portaba bien  no le harían  daño, ni  a su hijo  Chingle,  en la prisión de Guanajay. La  acompañaron al banco, hicieron  la cola   con ella,  fueron hasta la ventanilla  de la caja  como lo más natural del mundo, cuando salieron  a la calle  también  le quitaron el reloj y las prendas  que Milagros le compró en el viaje a Miami.
--Tenían cara de  muchachos  decentes,  me recordaron  a Chingle -- dice  Coralia.
Chingle la reprendió  por teléfono,  la conminó a  pedirle  más dinero a Milagros. Chingle purga una condena de 20 años por robo continuado, el primero cuando era menor de edad y le robó  la bicicleta de la empresa a su madre, cumplió tres años  en un centro de menores,  volvió a robarle a  su madre,  la balita de gas de la cocina,  y fue condenado a cinco años en el Combinado del este.
La tercera vez entró por la parte atrás  de la casa mientras  Coralia  daba una fiesta a Milagros que estaba de visita,  se robó la  pierna de puerco  del horno y  una cazuela de arroz congrí. Dice   Coralia que en ninguna de las  tres ocasiones  ha querido perjudicar a su hijo,  pero  siempre  las  huellas llevan  a  la policía hasta Chingle.  

FIDELITO
Frank Correa
Los vendedores de ron clandestino  en Jaimanitas le añaden  a sus productos nombres sonoros  y   frase sugestivas  para buscar  más clientes.  
La bebida que Valdo  destila  en la cocina de su casa  en un serpentín   a vapor le llama  Tumba gente,  porque dice que después de la primera botella todo el mundo va al piso.  Chiquitico  denomina a su destilería particular  La patada  de King Kong, porque según él  se puede echar una pared abajo con la juma, y   Crispín a su ron   que nadie ha podido descubrirle  la  manufactura  lo titula El pisotón de mamut,  porque después de beberlo  el borracho queda molido, y   tiene  razón   en el caso de Fidelito,  su cliente más asiduo.
Fidelito  se  emborracha  todos los días con El pisotón de mamut de Crispín  y sale   a caminar por las calles   a echar discursos con   la botella   de   micrófono,  imitando  al comandante en jefe en sus arengas al pueblo: “Estamos en el momento decisivo. Somos hoy más fuertes que nunca”.
Pero en verdad casi fue  el momento  decisivo cuando  la fuerza le falló  hace poco al  calcular  mal cruzando la Quinta avenida y un auto  que iba rumbo a Santa Fe lo atropelló   partiéndole un brazo,   lo enyesaron  de la mano hasta el hombro,     exhibía   el yeso como  una herida de guerra,   le contaba  a todo el mundo la historia del accidente,  con su particular manera de hablar en clave:
--Seis de la tarde, Quinta avenida, Moskovich  rojo chapa HFC  989, chofer  blanco, con barba y  espejuelos,    la policía ya lo tiene circulado.
Fidelito es un personaje  notorio en Jaimanitas,  la gente se divierte  con él en la calle cuando lo encuentran en alguna esquina   entonado, le hacen  coro,   lo aplauden cuando logra alguna  frase rutilante. Se gana  la vida limpiando patios y  pintando casas,  pero con el yeso no podía   trabajar y  desesperado por ganarse algo para la botella   se  lo quitó antes de tiempo.  Se puso a pintar una casa,   con el esfuerzo  el brazo  empeoró.
Ayer lo vi  otra vez  con  el yeso,  en broma le pregunté si  otro auto    lo había atropellado,  me contestó que fue el mismo,  ahora  en sentido contrario.  Inventó una historia de espionaje y de un plan que había  para aniquilarlo, dijo que le iban a poner un brazo mecánico con una mano magnética y me guiñó un ojo.
--El Pisotón de mamut  está acabando con la gente.
JESÚS EL LOCO
Frank Correa
Otro personaje del folclor de Jaimanitas es  Jesús el loco, quién  pudiera pasar a las memorias  del  pueblo como el iniciador de las protestas callejeras.
Es  el hijo menor de la primera generación de los Bustamante, famosos en la  búsqueda submarina  en las playas de La Habana de prendas  perdidas por los bañistas,  iniciadores del negocio de la calandraca para  carnada,    notoria  también   por el hacinamiento  con que viven, donde  el loco resulta el más expuesto,  y  sus arrebatos son  noticias  en  todo el municipio.
Jesús fue el único de la numerosa prole que no pudo vivir  del mar, por su  retraso,  sin embargo descubrió un artilugio eficaz para agenciarse  cama y comida: preso  en las celdas de la estación de policía. Utilizó este ardid  también como represalia contra los abusos de  hermanos y sobrinos,  que se aprovechaban de su incapacidad  para molestarlo,   luego su madre  tenía  que ir  a la estación con el  certificado médico para sacarlo.
La manera más efectiva  que encontró para que el patrullero lo cargara  rápido era  gritar obscenidades  contra el  gobierno. Subido en  un banco  del parque  soltaba  su  intensa alocución  impúdica  con  una  jerga rimbombante,  y enseguida algún vecino llamaba a la patrulla  que venía  a cargarlo.
A veces le daban golpes para que se callara,  cuando   entraba  a la celda  se  acostaba a dormir en  un rincón  plácidamente, algo muy difícil de conseguir en su casa. Comía con tranquilidad,  hasta fumaba  por cortesía de  los reos. Muchas veces se resistió  a  dejar el encierro,  sus padres  tenían que convencerlo  con promesas de protección  de  sus  congéneres.
Hace poco  el jefe de la estación  dio orden  de no recogerlo más,   Jesús  ha tenido que moverse  a otros municipios  donde lo detienen por varios días pero   al final lo dejan  ir  tras comprender que se trata de un loco sin remedio.
Ayer me lo encontré en la calle,  me saludó  con la  efusión  que lo caracteriza,  confesó que la estaba pasando muy mal con el problema de la vista, quería leer, informarse,  y no podía  por falta de espejuelos, cuando conseguía la receta no tenía el dinero, cuando tenía el dinero no había su graduación, cuando había su graduación  la receta   ya estaba vencida.
--Además de no poder leer,   ya no les interesa que me defeque sobre sus ascendientes.
MEMORIAS DEL  PERÍODO ESPECIAL.
Frank Correa
Mucho antes que llegara la crisis mundial, el comandante en jefe enseñó a Cuba a vivir en período especial, que es el estado más perentorio de una crisis.     Y  algo que en  Cuba se asumió como un hobby.
Sin guaguas, sin comida, sin luz, muchas veces sin agua, escaso de  ropa y  calzado,   la foto del cubano  de estos años  parece que andará entre  la  hermosa mulata anunciando un ron, Alicia Alonso en pose de Giselle, una voleibolista declarada la mejor del siglo,  Juan Formell con el bajo tocando El buey cansao, Omar Linares haciendo un swing grande, o Teófilo Stevenson derribando a un americano.
Pero otras  cosas  pudieran quedar por ironía del imaginario popular:   las argucias   para sobrevivir  en  esta ventisca. El bistec de colcha de trapear, la pizza de preservativos,  el picadillo de cáscaras de plátanos burros, tres ejemplos muy representativos de los peores  días.
Cabría aquí una lista inacabable de inventos que los cubanos materializaron  para ganarse la vida en ese torbellino de necesidades, pero haría falta una legión de escribanos  para asumirlos.
También los vendedores de barrios se repitieron a papel carbón en todas las provincias. Muestras del detallismo en que se sumió el comercio minorista  pudieran ser las pequeñas cuotas  de shampoo que se vendían en pomitos de penicilina, para los que no pudieran comprar el pomo entero en la shoppy.  El cucurucho de café para  una colada. La venta   en los portales  de   enseres viejos y ropa de uso, y los libros antiguos.
El canje se reveló también  como una manera efectiva de comercio.  La gente cambiaba pantalones,  botas, camisas,   por  cerdos. Una vez cambié en las inmediaciones de “Alto Songo” un bulto de ropa vieja por un  carnero.  Muchos  iban hasta  Los Palacios, en Pinar del Río,  a cambiar jabones de lavar por arroz y detergente por gallinas.
El período especial preparó al cubano para lo que venía: “La gran crisis del  siglo 21”.  Un dato  no digerible aún es,  que   el cubano todo este tiempo de período especial ha estado trabajando  a media máquina. La otra mitad de sus voluntades están  reservadas  por si llega el último momento  y el estado  declara  la “opción cero”, que significa  “nada con nada”.  
El caso más hilarante que  he visto fue el de Miguelito Melón,  en Bayate, Guantánamo, cuando a la hora del  receso en una escuela primaria vendía a los escolares la cucharada de azúcar  a peso.  
MIGUEL VALDÉZ TAMAYO
Frank Correa
Los luchadores por  la democracia  de Cuba  no debemos  olvidar nunca a   Miguel  Valdéz  Tamayo,  miembro del grupo de los 75  y ex carcelado por  problemas de enfermedad,  fallecido el 10 de enero de 2007 en el hospital Julio Trigo de la capital,  a los cincuenta años.
En el proceso judicial  del año 2003  recogido en la historia como la Primavera Negra, se detuvieron y enjuiciaron  a 75  disidentes, algunos pertenecían  a   organizaciones políticas opositoras, otros  se dedicaban  al periodismo  independiente y  varios eran bibliotecarios.
Aquellos juicios   derivaron  en  largas condenas de cárcel,  uno de los encausados fue Miguel Valdéz  Tamayo,   acusado por  los  delitos de traición a la patria y   contra la soberanía y la integridad nacional  al fundar el  movimiento “Hermanos  fraternales por la dignidad”  y condenado a 15 años de cárcel .  El cumplimiento de la sanción  estaba destinado a  la provincia de Camaguey,  pero fue trasladado a la capital por su empeoramiento de  salud.
Al año y  dos meses  de condena  le  conceden  la licencia extra penal por miocardiopatía. Poco tiempo después Tamayo es  víctima de un acto de repudio organizado por las autoridades gubernamentales,  que lo acusó entre otras cosas de mercenario al servicio de los Estados Unidos.
Sufrió amenazas de muerte en su propia casa y fue detenido  en varias ocasiones, interrogado y sus pertenencias incautadas.  Al momento de su muerte Tamayo tenía dos visas como refugiado político proporcionadas por las embajadas de Holanda y Estados Unidos, pero el gobierno cubano le negaba la salida del país,  que estaban justificadas esencialmente por  el tratamiento a su dolencia en el extranjero, parte de su familia ya había viajado al exilio cuando lo sorprende la muerte.
Recordar a Tamayo como el primer mártir de  aquel  gris  episodio  es  recordar también a todo el emblemático grupo de  los 75.   Más  tarde otro Tamayo,   Zapata,   dio su vida a la causa  de la libertad  tras una huelga de hambre de 86 días dentro de la  misma prisión de Camaguey.
La mediación de la iglesia católica  con el gobierno comunista propició la salida del presidio  en 2010 a casi la totalidad de los presos políticos, solo once  trasgredieron la condición para  la excarcelación, continuar  en la isla, y aún  permanecen tras las rejas.
MEMORIAS DEL  PERÍODO ESPECIAL.
Frank Correa
Mucho antes que llegara la crisis mundial, el comandante en jefe enseñó a Cuba a vivir en período especial, que es el estado más perentorio de una crisis.     Y  algo que en  Cuba se asumió como un hobby.
Sin guaguas, sin comida, sin luz, muchas veces sin agua, escaso de  ropa y  calzado,   la foto del cubano  de estos años  parece que andará entre  la  hermosa mulata anunciando un ron, Alicia Alonso en pose de Giselle, una voleibolista declarada la mejor del siglo,  Juan Formell con el bajo tocando El buey cansao, Omar Linares haciendo un swing grande, o Teófilo Stevenson derribando a un americano.
Pero otras  cosas  pudieran quedar por ironía del imaginario popular:   las argucias   para sobrevivir  en  esta ventisca. El bistec de colcha de trapear, la pizza de preservativos,  el picadillo de cáscaras de plátanos burros, tres ejemplos muy representativos de los peores  días.
Cabría aquí una lista inacabable de inventos que los cubanos materializaron  para ganarse la vida en ese torbellino de necesidades, pero haría falta una legión de escribanos  para asumirlos.
También los vendedores de barrios se repitieron a papel carbón en todas las provincias. Muestras del detallismo en que se sumió el comercio minorista  pudieran ser las pequeñas cuotas  de shampoo que se vendían en pomitos de penicilina, para los que no pudieran comprar el pomo entero en la shoppy.  El cucurucho de café para  una colada. La venta   en los portales  de   enseres viejos y ropa de uso, y los libros antiguos.
El canje se reveló también  como una manera efectiva de comercio.  La gente cambiaba pantalones,  botas, camisas,   por  cerdos. Una vez cambié en las inmediaciones de “Alto Songo” un bulto de ropa vieja por un  carnero.  Muchos  iban hasta  Los Palacios, en Pinar del Río,  a cambiar jabones de lavar por arroz y detergente por gallinas.
El período especial preparó al cubano para lo que venía: “La gran crisis del  siglo 21”.  Un dato  no digerible aún es,  que   el cubano todo este tiempo de período especial ha estado trabajando  a media máquina. La otra mitad de sus voluntades están  reservadas  por si llega el último momento  y el estado  declara  la “opción cero”, que significa  “nada con nada”.  
El caso más hilarante que  he visto fue el de Miguelito Melón,  en Bayate, Guantánamo, cuando a la hora del  receso en una escuela primaria vendía a los escolares la cucharada de azúcar  a peso.  






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