viernes, 18 de febrero de 2011

Nuevos golpes y pesadillas

Jorge Olivera Castillo,


Si para miles de cubanos el año 2010 fue el escenario de una sostenida paliza gubernamental contra la población, en los inicios de este año los vaticinios no mejoran en el sentido de dejar atrás las desgracias que nos aquejan. Hay que prepararse para nuevas rondas de golpes existenciales, la primera, el despido de 500 mil trabajadores en los próximos seis meses.


No será fácil ubicarlos en la nómina de los trabajadores por cuenta propia. El hecho de que se haya ampliado la posibilidad de trabajar fuera de la tutela del Estado, no quiere decir que los afectados tengan los recursos a su alcance para evitar los problemas que se les viene encima.


Desde las tribunas se asegura que nadie quedará abandonado a su suerte, pero esto no es exacto, debido a la insolvencia financiera y la burocratización del país. Ahora se pretende darle un baño de eficiencia al socialismo. Intento tardío, para no catalogarlo como algo condenado al fracaso. El capitalismo al estilo castrista (si esto es posible) prepara su asalto a Cuba. Sobran las pruebas para determinar que el ataque será brutal y sin aditamentos para la defensa.


Uno de los garantes del éxito es, nada más y nada menos, que el secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), Salvador Valdés.


En la ecuación que se baraja es preciso reconocer a los únicos autorizados a amasar fortunas a partir de los rudimentarios procedimientos de economía de mercado que, poco a poco, irán sustituyendo a los viejos planes quinquenales y otras iniciativas que, lejos de impulsar el desarrollo, acabaron con la nación.


Militares activos y retirados, funcionarios de diverso rango, encabezarán la lista de la clase media y alta que surgirá a medida que cobran fuerza los mecanismos capitalistas que aún se estigmatizan desde las tribunas. Esos apasionados rechazos forman el camuflaje para que la entrada del capital sea sutil.


El líder de la CTC no se inmuta a la hora de favorecer las reformas que buscan darle otra vuelta de tuerca a la existencia de los cubanos, pero falta voluntad en la élite para asumir un rol verdaderamente revolucionario.


No pocos cuentapropistas piensan en los impuestos leoninos que tendrán que pagar, y en la legión de inspectores dispuestos a ir a los extremos en sus chequeos.


El sindicato oficial calla o resta importancia al trago amargo que beberán miles de trabajadores. Promete alternativas imposibles y adorna otro capítulo de una catástrofe que parece no tener final.

oliverajorge75@yahoo.com

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