lunes, 28 de diciembre de 2009

El dependiente siempre tiene la razón.

Las tiendas en Cuba se caracterizan por su deficiente iluminación y colorido, que las sume en una perpetua fealdad, con sus mercancías apiñadas, altas temperaturas por falta de aire acondicionado, y lo que es peor, el maltrato hacia el cliente, por parte  del personal que labora en las mismas.

El dependiente siempre tiene la razón.


Por Aimée Cabrera.

A veces, las personas que conocieron las tiendas de antes del 1959 alaban el tratamiento desbordante en cortesías que distinguía a los dependientes de cualquier tienda, sin importar la categoría de la  misma.

Con el triunfo de la Revolución se vio una transición en ese sector de los servicios, con la incorporación de jóvenes trabajadores que seguían el ejemplo de sus colegas, los cuales en su mayoría habían laborado bajo la excelencia capitalista.

No obstante el éxodo inmediato de la población hacia los Estados Unidos de Norteamérica, España, o México, por sólo citar tres naciones, y por ende verse afectada la calidad en ese giro del comercio, existía a modo general, un respeto hacia el comprador.

Otro éxodo de los dependientes de tiendas ocurrió cuando comenzaron las tiendas especializadas para brindar servicios a los diplomáticos, técnicos,  residentes extranjeros, y  turistas (en esas tiendas se excluía como clientes a los cubanos residentes en la Isla). En  dichos lugares de venta, sus colectivos de trabajadores se caracterizaban por una forma especial de trato y servicio al cliente.

Los que no pudieron optar por estas plazas, por no poseer el debido nivel político-ideológico  se quedaron en las tiendas que cobraban su servicio en pesos cubanos hasta que les llegó la jubilación, se acogieron  a peritajes médicos o simplemente se trasladaron a otras actividades.

Después del  fin del Campo Socialista Europeo y con la venida de los años 90 y su interminable Período Especial, las condiciones de trabajo para todos los dependientes empeoraron. Quizás eso sea una de los aspectos que golpean al comercio en Cuba.

Hasta finales de la década del 80 del pasado Siglo, los dependientes cobraban además de su salario básico, la prima que era en ocasiones otro sueldo, o superior al mismo, como ocurría en los centros de gran venta.

En los 90 apareció la doble moneda y se dividieron las tiendas, en un marcado abismo que distingue al dependiente que trabaja en uno u otro almacén. Los que trabajan en las tiendas recaudadoras de divisas tienen  mejores uniformes, salarios, meriendas y almuerzos, acceso a rebajas, módulos de aseo personal y otras estimulaciones.

Los que trabajan en las tiendas “en dinero cubano”, como las ha bautizado la población, no tienen uniformes, tienen que llevar su comida o comer cualquier alimento durante el horario de trabajo, no reciben estimulaciones y sus lugares de venta están en peores condiciones que los de los anteriores.

Aunque  esto no quiere decir que las condiciones de las shoppings sean tan idílicas como pudiera parecer. Medidas para el ahorro de energía prohíben que se enciendan los aires acondicionados  desde la mañana hasta la 1 p.m.

Las mercancías que se exhiben no son de gran demanda, faltan tallajes, diseños novedosos, colores de moda, accesorios útiles, por lo que muchos se preguntan, quién compra esa mercancía en el exterior. La respuesta nunca será “Fuenteovejuna”,  aunque es casi seguro que alguien diga que es el temible Bloqueo Económico.

Lo más desesperante para los posibles clientes de estas tiendas del absurdo es tener que ir a las mismas, después de haber cambiado parte de su salario para obtener el peso convertible CUC- el cambio es de 25 pesos para obtener un CUC-  desandar las tiendas para encontrar lo que se necesita, y para colmos, tener que ser atendido o atendida en mala forma.

El maltrato por parte de los dependientes es algo usual y justificable. Sí, hay quien lo justifica, como suele ocurrir cuando un cliente va a quejarse al Jefe de Piso o de Área, y éste siempre encuentra una  excusa para  defender  a su subalterno.

Estos colectivos no son tan afectivos entre sí, lo que sucede en la mayoría es que  trabajan bajo un nivel de indisciplina  muy alto. Ellos han establecido el timar al cliente a través del cambio del precio de venta por uno superior, lo cual es conocido como “la multa. Cuando se  reparten las ganancias, éstas van a  parar a manos tanto de jefes como de dependientes.

Si Coralia lo que hace es limpiar la tienda y preparar té o café cuando se lo piden, y se va con 1 CUC diario, y  Bárbara usa pulsas y cadenas de oro para atender al público en el guardabolso, basta  imaginarse cuáles son las ganancias para el resto de los trabajadores que se ubican como soldados de infantería en el almacén o el piso de venta. La salpicadura está obligada a llegar también, a los que trabajan en la  administración, o en el área de  contabilidad.

Y por qué se multa, la respuesta es muy sencilla: los dependientes no tienen comisión por sus ventas. Ellos reciben estimulaciones ya mencionadas que apenas les alcanzan para unos 10 o 15 días, y el mes tiene 30. El problema del salario sigue golpeando a los trabajadores de cualquier esfera, y ellos no son excepción, a pesar de obtener ciertos privilegios.

Una bella mulata se disculpa ante los clientes que esperan por ella, alrededor de la caja contadora de una shopping. Los usuarios se miran entre sí y no ven explicación a que esta cajera haya paralizado su venta por estar guardando en un file, varias hojas con datos sobre las ventas  de varios productos de su departamento.

Estos  trabajadores, a modo general no están incentivados como para llegar antes de hora  a la tienda, o quedarse después del horario de cierre para efectuar los controles, a pesar de que éstos son sumamente necesarios, ya que cuando tienen faltante de un producto deben pagarlo.

Y como el salario es en una moneda y el precio de las mercancías es en otra, pues la cantidad de dinero a pagar como responsabilidad material es el doble o el triple, y a veces hasta superior.

En estos momentos en que se acercan los días festivos de Navidad y la llegada del próximo año, las tiendas continúan sin atractivo alguno. En ellas no se respira ese ambiente de placer porque los clientes van a comprar lo estrictamente necesario, mientras que los dependientes prefieren, antes de estar sin vender, ponerse a sacar cuentas para saber que falta o no.

Por eso cuando un usuario osa molestarles con indecisiones a la hora de comprar un perfume, o una ropa determinada, la rápida y áspera frase no se hace esperar. Para estos dependientes la gestión de venta, que debiera ser su razón de ser, pasa a un plano muy secundario. Terminar de una vez con el cliente majadero pasa a ser una tarea de primordial ejecución.

Como de todo hay en este mundo, no pueden faltar los que comprenden que los multen y los maltraten y utilizan frases de disculpas tales como “ellos tienen que vivir también”, o “los pobres, ellos  tienen que aguantar cada cosas a la gente”, por tal motivo y sopesando criterios y testimonios, no queda  más que afirmar que el dependiente en Cuba, siempre tiene la razón.

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