lunes, 28 de diciembre de 2009

Sin ambiente de festividad.





Por Aimée Cabrera.

La Habana luce más fea que de costumbre. Dentro de las casas, las personas tratan de adornar al menos con un árbol de navidad, pero en las calles y edificios con funciones estatales, nada hace recordar que se acerca La Natividad de Jesús.

En las tiendas  apenas hay mercancías alusivas a la fecha. Un árbol engalanado aparece por alguna esquina del centro comercial, dejando de cumplir su función de embellecer; y pocos son los mostradores que ofertan adornos  navideños.

Los pocos ornamentos  en existencia están más caros que años atrás, y las imprescindibles luces de colores para el arbolito  son muy difíciles de conseguir, por lo que cuando aparecen, es a un precio superior.

En las iglesias católicas, sin embargo, se venden postales alegóricas a la Navidad, y  los Pasionistas  son los únicos que ofertan bellos nacimientos en precios que oscilan entre los 80 y los 300 pesos.

Parece ser que este año lo único que importa es pintorretear cristales con mensajes referentes al nuevo aniversario de la revolución, y no interesa engalanar para una festividad religiosa y de gran pujanza  en los países capitalistas.

Si alguien se quedó con la idea de comprar su árbol de navidad este año, perdió el chance. Como le sucedió a Isabel que cada vez que tenía el dinero, necesitaba de pronto, gastarlo en algo para la casa.

“He caminado la Habana entera  (zona donde se encuentran la mayoría de las tiendas) y nada. A esta gente no le interesa vender, están ahí sentados conversando, y las tiendas vacías”-argumenta.

La Habana  de este diciembre luce sombría y triste. Por sus zonas más céntricas apenas se ven  los turistas extranjeros. Una vez que oscurece, sólo las avenidas están iluminadas; el resto de las calles se alumbra con las luces que salen de las casas. La luz que siguieron los sabios  está apagada, en esta  tierra  donde sólo es importante lo que abruma, y menos necesita la población para su distracción.

A nadie le extraña que dentro de unos días comiencen las ventas de ron  y cerveza, acompañados de música bailable por los altavoces, junto a los consabidos fuegos artificiales de la medianoche del 31 y los vivas y frases loables que tendrán que escuchar los que más sufren la crisis económica nacional. Esa será la única forma de mostrar al mundo que hay fiesta, pero sin Navidad.

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