lunes, 4 de enero de 2010

Diciembre en crisis total.


Por Aimée Cabrera.


A punto de concluir el decimosegundo mes de este crítico año la población luce insegura y desilusionada, ante la falta de alimentos que eran fáciles de adquirir en diciembre hasta hace cuestión de un año.


Ni los huracanes más fuertes, como sucedió en el 2008, arrasaron los principales tubérculos, frutas y vegetales, propios de la estación. Este año, sin embargo, la calidad de los  mismos es mala y han vuelto las colas para comprarlos.

No hay que preguntar dónde se vende el maíz molido, o el coco rallado,  porque la larga fila de compradores  da la bienvenida en cualquier agro mercado de la capital. Para los que no pueden darse el lujo de gastar  a  manos llenas en estos agros está la variante del estatal y los puestos.

El estatal ya no tiene la calidad de antes, en cuanto al pesaje y variedad de mercancías. “Ya no vale la pena ir a 17 y K, o a Tulipán, lo que venden  no sirve, y están a ver cómo te roban”-dice una asidua compradora de estos mercados.

El puesto es como se conoce al local donde se vendía la papa racionada y las dietas médicas de plátano o malanga. Estos lugares  permanecen abiertos, con todas sus  ofertas liberadas y a precios inferiores a los agros, pero carecen de variedad y calidad.

Cuando están un poco surtidos aparece la cola o fila de compradores  que prefieren esta variante por ser barata. El boniato cuesta 45 centavos la libra, mientras que  la papa o la col están  a peso la  libra. También  venden malanga, frijoles y arroz.

Este fin de semana un grupo de personas  esperaban su turno para que les pesasen la mercancía y pagarla, en un puesto del municipio Plaza. El vendedor solícito tenia cambio en monedas para devolver el vuelto, y ayudaba a las mujeres con las bolsas pesadas para colocarlas sobre la bandeja de la pesa.

Era destacada sus sutiles sugerencias al decir lo que había pesado y el precio, por ejemplo, a una anciana, le dijo que tenía tres cincuenta de papas, y la señora accedió a que le pesara cuatro. Un joven compró unas malangas  cuyo precio era nueve pesos, y también  dijo le llevaran el peso a diez. Cuando una mujer le dijo tajante que le quitara peso, el rostro del dependiente se transfiguró, y su cortesía desapareció de inmediato.


Los dependientes de estos lugares se aprovechan de la situación  para engañar al cliente que necesita hacer las compras para alimentarse. Dirigentes del gobierno han tocado el tema en variadas ocasiones, pero  el robo, la corrupción y el maltrato parecen estar aferrados  a toda actividad relacionada con los servicios a la población.

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