lunes, 1 de febrero de 2010

CUBA DURANTE LOS VEINTE AÑOS POSTERIORES A LA CAIDA DEL MURO DE BERLIN

El 9 de noviembre se conmemora el 20 aniversario de la caída del Muro de Berlín, hito para el fin del campo socialista y la Guerra Fría. En Cuba, las noticias fueron distorsionadas, pero las declaraciones y la propaganda oficiales no podían soslayar la gran sorpresa y el desconcierto. El gobierno daba por sentado que un sistema “tan perfecto” y poderoso sería eterno y desbancaría al capitalismo. La llamada revolución cubana se prolongaría infinitamente, con derroche de los recursos financieros y materiales que durante tres decenios permitieron todos los antojos del máximo poder, sobre todo el fomento de las guerrillas, la subversión y las gloriosas guerras en el extranjero.

No había que acumular riquezas, diversificar la industria y la agricultura, ni liberar las capacidades creativas de los ciudadanos. En Cuba todo tenía que ser a escala de competencia con Estados Unidos, en grande y mejor…Se continuó siendo mono productor y mono exportador; a diferencia de los “nefastos” tiempos del neocolonialismo, ahora se debía a la especialización productiva del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME O COMECON). El azúcar se vendía a precios preferenciales por encima del mercado mundial a cambio de petróleo soviético por debajo de aquel mercado, y así sucesivamente. Se llegó a extremos de enviar a la República Democrática Alemana (RDA) levadura de torula a cambio de leche en polvo. Todavía se recuerda las grandes fábricas dispersas por el país, que nunca llegaron a montarse, y deterioradas a la intemperie, como las de tableros de bagazo llegadas de Polonia.

Tampoco entonces se pagaba, con renegociaciones permanentes de créditos. Cartas y delegaciones de allá para acá y de aquí para allá; reuniones de alto nivel para exigir más desde La Habana, pero el mercado nacional nunca se abastecía convenientemente. Los primeros secretarios de los partidos o los presidentes eran antecedidos por grandes embarques de productos vendidos en las tiendas, como hiciera el gran amigo Erich Honecker. Jóvenes cubanos brindaron mano de obra en Hungría, Checoslovaquia y RDA, que representaban ingresos económicos adicionales al gobierno. Afortunadamente, los muchachos recibieron entrenamientos, aunque quizás no pudieron utilizarlos al regreso.

Aún se adecentaban los edificios y se arreglaban las calles por donde pasarían las delegaciones invitadas a los congresos del Partido Comunista de Cuba y otras organizaciones, así como a los eventos internacionales. Había reservas en los almacenes y hasta algunas en los escaparates familiares. Se vendían conservas alimenticias de Bulgaria y Checoslovaquia, aunque la famosa carne rusa no alcanzaba para cubrir los antiguos hábitos de consumo del vacuno. Pero nada de capacidad para autoabastecerse y exportar al mercado internacional competitivo en calidad y surtido. El embargo norteamericano no era tema. Más bien, se jactaban los dirigentes de que los países del CAME menos desarrollados y en estado de guerra, Cuba y Viet Nam, tenían preferencias y merecían todo.

Malas señales comenzó a ver la población cuando a finales de los 80, las revistas soviéticas Sputnik y Tiempos Nuevos, entre otras, fueron prohibidas por sus “artículos subversivos”. Las ilusiones despertadas por la Perestroika y la Glasnost de Gorbachov, y las historias llegadas de Polonia, Hungría, Checoslovaquia y RDA, fundamentalmente, estimularon muchas mentes cubanas, que creyeron inevitables los cambios.

Cuba continuaría aislada, no sólo por el mar, sino esencialmente por el totalitarismo con la contrarreforma escondida en “Política de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas”, y el “Período Especial en Tiempos de Paz”, con su represión, carencias y alumbrones. Se hicieron planes para enviar a la población a vivir y trabajar en el campo, se intensificó la construcción de túneles para proteger de la invasión yanqui, que nadie creía realmente, y cundió el pánico entre los más lucidos de que se proponían hacer una cambodización. El gobierno cubano bajo cuerda estimuló un nuevo éxodo masivo hacia Estados Unidos para librarse de la presión social como en otras oportunidades, y cualquiera construía abiertamente su peligrosa balsa, condenado con cárcel anteriormente. En agosto de 1994, pobladores de Centro Habana escenificaron una espontáneamente protesta y asaltos a tiendas.

La complicada situación llevó a Raúl Castro a decir que eran “más importantes los frijoles que los cañones”. Siguieron muy limitadas medidas económicas de liberalización del turismo, el mercado campesino, y el trabajo por cuenta propia. Se incrementó la sociedad civil emergente, con el auge de grupos contestatarios pacíficos como los periodistas y bibliotecarios independientes y el Proyecto Varela, reprimidos en Marzo del 2003 con el encarcelamiento de 75 prisioneros de conciencia. Pero previsoramente se había pactado con Hugo Chávez que, no más llegar al poder en Venezuela, comenzó a financiar, permitiendo la recentralización económica, el cierre de los pequeños espacios a personas creativas, y el reequipamiento de una policía política poderosa. Julio de 2006 terminó con la grave enfermedad de Fidel Castro y el traspaso de funciones a su heredero.

En noviembre de 2009, Raúl Castro preside un país en estado terminal, cuyos males parece conocer, pero por algún secreto designio no aplica la terapia conveniente. Mientras los antiguos aliados de Europa Oriental, a pesar de las dificultades por la crisis económica internacional, caminan hacia la aurora, Cuba se sumerge en el más profundo ocaso político, económico y social. Pero la conciencia ciudadana está inquieta por 50 años de inmovilismo, incrédula de las promesas incumplidas y agobiada por las carencias y represiones.

Miriam Leiva

Periodista Independiente

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