lunes, 14 de junio de 2010

Música para recordar


Por Aimée Cabrera


En días pasados, una joven trabajadora, asidua al club Barbarán, en el barrio Nuevo Vedado, plasmaba su inquietud en carta publicada en una sección de quejas, de un diario capitalino. El motivo de su protesta era que habían cerrado este centro de recreación, en el que ella “había pasado tan buenos momentos”, al igual que otros asiduos asistentes.


Una serie de clubes entre los que se destacaban los existentes en la barriada del Vedado como La Red, El Scherezada, El Turf o El Johnny Dreams, por solo mencionar unos, fueron visitados por cientos de miles de parejas de jóvenes que, a finales de los años 60, y durante los 70 y los 80 hicieron de ellos el lugar idóneo para romancear y escuchar lo más sonado de esa música, que bien se conoce en Cuba como música de la “Década Prodigiosa”.


El término no es muy abarcador pero todos saben de qué canciones se trata. En primer lugar de aquellas que eran escuchadas a través de las estaciones norteamericanas como la WQAM, que después se fueron insertando en programas radiales como Now, o Nocturno.


En la Habana de aquellos tiempos, los grupos juveniles que salían por los programas televisivos sólo podían cantar canciones en español, y sobre todo de autores cubanos, por lo que nadie se quería perder las fiestas de 15 en las que tocaban grupos como los Kents, o Los Almas Vertiginosas.


Eran muchos más, y de ellos quedan pocos como los Kents, que tienen sus peñas en centros capitalinos como los jardines de La Maison, la cafetería del teatro Karl Marx, o la del Teatro Nacional, mientras otros como Dimensión Vertical han tenido su contacto con el público en La Zorra y el Cuervo,-sede del jazz – , el Karabalí y otros locales en los que ofrecen sus conciertos durante horas de la tarde, entre las 4 y las 7 p.m.


La entrada se cobra en moneda nacional o en CUC pero a precios módicos, y lo que se consume, no muy caro, es en la convertible. De ahí se saca un dinero para el grupo musical y el local gana también para poder mantener este tipo de actividad y acometer una serie de gastos que deben pagar sus mismos trabajadores.


“Un día a la semana, preferiblemente el lunes, venimos todos a limpiar, lavar, y organizar todo el club”-dice un empleado de un club ubicado en el municipio Plaza, y agrega:” Cuando hay que hacer cualquier arreglo (de electricidad, de plomería, etc.) lo hacemos entre nosotros mismos o buscamos a la persona y le pagamos. Los tiempos han cambiado, si te quejas te quedas sin empleo”-concluyó.


Aún en algunos de estos clubes falta una persona que cuide los baños, a los cuales les faltan a veces los herrajes, además de la consabida falta de agua, que trae como consecuencia la falta de higiene inmediata. En casi todos existe un guardabolsos “para que puedan divertirse con comodidad”, argumentan los guardadores siempre, sin reconocer que esa medida se ha tomado para evitar que las personas entren con sus bebidas y comestibles, lo que bajaría las ventas de las diversas ofertas.


Si hay clubes cerrados, no es menos cierto que quedan otros; en una zona tan céntrica como la esquina de Calzada y Línea, está el Amanecer-antiguo Johnny 88- donde el maestro de la guitarra Luis Manuel Molina ejecuta un programa de lujo, con su grupo Magical Beat, en el que se incluyen clásicos y hits de los 70 y los 80, interpretados casi todos por las bellas voces de dos chicas, junto al resto de los músicos jóvenes aunque muy profesionales.


Un receso para que descansen músicos y cantantes saca de las mesas a todos los que tenían pena bailar. Las más conocidas canciones de Electric Light Orchestra, o de Kool and the Gang, hacen que se muevan no solo “los mayorcitos” sino generaciones que no llegan a los 30 años.


Un ambiente sano donde casi todos se conocen no da lugar a las discusiones y otras situaciones engorrosas. El que llega nuevo se adapta, observador, y trata de mantenerse a la altura del resto de los asistentes. Al final, se encienden las luces y la mayoría trata de despedirse de los integrantes del grupo y de aquellos que los hicieron reír o soñar.


Esta modalidad que algunos llaman “Disco-Temba” ya que aquí se le dice “temba” en el argot popular, a quienes no son tan jóvenes, son una modalidad de entretenimiento para quienes desean divertirse , gastar poco y llegar temprano a casa el fin de semana.


Por su parte resultan ser otra vía para que grupos de trabajadores del sector de la gastronomía y los servicios obtengan estimulaciones que su entidad regente, no puede ofrecerles. Así, cada fin de semana ambos, trabajadores y público, logran deleitarse con esa música para recordar.

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