Chofer de bicitaxi
Frank Correa
Junio 2010
El poblado costero de Santa Fe, al noroeste de La Habana, se caracteriza, entre otras cosas, por la cantidad de bicitaxis que circulan por sus calles.
Hace poco, mientras esperaba el ómnibus 191 en el paradero de El roble, vi detenerse uno para dejar un pasajero. El chofer me pareció conocido. En efecto, era el teniente Sergueira, quien recibió la paga por la carrera, la guardó en su bolsillo y continuó pedaleando.
Recordé que Sergueira, hace unos años, era policía con fama de represor y corrupto. Gustaba detener en la calle a los vendedores ambulantes, les decomisaba la mercancía, y los encarcelaba. Dirigía las redadas contra los ilegales en Santa Fe y Jaimanitas. Con su gran estatura y fortaleza física, llevaba la voz cantante en las golpizas contra el que se rebelara.
Personalmente sufrí su acoso varias veces, cuando visitaba mi casa instándome a que buscara un empleo porque, según él, escribir no era un trabajo. Una noche, cuando se encontraba de guardia en la unidad policial de Siboney, a donde fui conducido por no llevar conmigo el carné de identidad, rompió mi collar de Orumila y se burló del orisha pateándolo con sus botas.
Me acerqué al pasajero que se había bajado del bicitaxi. Le pregunté si conocía al chofer. Me confirmó que era el teniente Sergueira, que hace un año lo botaron de la policía y ahora sobrevivía dándole a los pedales.
-Este pueblo es el más noble del mundo -le dije-, con todo el daño que hizo ese hombre y anda por la calle tan campante.
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