lunes, 27 de septiembre de 2010

CATALINA SIGUAYÚ


Frank Correa


Catalina Siguayú acaba de cumplir cuarenta y como sucedió en los últimos tres años ese día pasó desapercibido. Desde la muerte de su esposo Noel en el mar, en una balsa precaria intentando cruzar el estrecho de la Florida, su vida se ha convertido en un desastre.


Tres hijos, Pablo, Clara y Serafín, y la lucha por sobrevivir el día a día apagaron a aquella muchacha emprendedora que no pudo terminar la universidad por embarazarse y se casó con Noel, que venía con el historial de héroe en Angola, como jefe del pelotón de artillería reactiva que puso en desbandada a las tropas sudraficanas.


Militó en el comité de base de la juventud comunista junto a Noel cuando trabajaron en la empresa de alimentos, pero por reducción de plantilla quedaron cesantes, ella volvió a parir y Noel comenzó a amasar la idea de irse del país en una balsa. El primero intento fue fallido, la policía incautó el artefacto de poliespuma y mantuvo a su marido preso en las celdas de Villa Marista por seis días.


Al mes logró tirarse al mar en un bote con Papo el negro y la superabuela del callejón, pero a quince millas Papo comenzó a delirar y obligó a la tripulación a regresar a tierra. Al mes Noel lo intentó de nuevo, se tiró con el Rasta, con el bemba y con Aristíco el culú, pero el motor se averío y se partieron los remos, el guardacostas cubano los llevó hasta el puesto de guardafronteras y lo devolvieron a su casa. Pero la cuarta vez se ahogó a sesenta millas en una tormenta, el sordo que iba en la embarcación y pudo llegar a Miami les escribió a los amigos de Jaimanitas que Noel se comportó como un hombre hasta el último instante, cuando se lo tragaron las olas.


Catalina estaba embarazada pero se repuso a la tragedia, parió a Serafín y luchó desde ese día como una mambí en medio del periodo súper especial que vive la isla. Los días se le van corriendo del puesto de viandas a la bodega, a la carnicería, a la escuela, inventando el dinero para mantener a la familia, vendiendo trapos de cocina que cose por la noche, cuando los niños ya están dormidos, revendiendo confituras, o lo que aparezca. Quisiera leer un libro pero no tiene tiempo, también hubiera querido escribir lo que le pasaba, ¿pero en qué tiempo?


Al comenzar el curso escolar en la escuela le dijeron que debía llevar sillas de las casas para los niños, porque el inmobiliario escolar estaba incompleto. Además anunciaron que a partir de este curso las madres debían llevar sus hijos a almorzar a sus casas porque la escuela no tenía insumos.


Ayer Serafín de tres años se quejó del sabor de la leche y tiró el biberón. Pablo y Clara refunfuñaron por el almuerzo tan hibrido, Catalina descubrió que no tenía jabón para lavar los uniformes ni bañar a los niños, por la tarde no tenía nada qué cocinar, y nadie le compraba los trapos de cocina, gritó que la guerra nuclear que tanto se anunciaba no era más que un simple cohetico, comparada a estos cincuenta años de socialismo.

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