DELEGACIÓN PROVINCIAL CIUDAD DE LA HABANA
DESPIDOS
Frank Correa
Un chofer del ómnibus de trabajadores de una empresa estatal me ha comentado, que ayer el administrador lo llamó a la oficina para informarle su nuevo empleo.
A raíz del despido del primer medio millón de trabajadores cubanos considerados sobrantes, su trabajo ya no consistirá solamente en recoger con el ómnibus a los trabajadores a las siete de la mañana, en un recorrido de Santa Fe hasta la empresa situada en el Vedado, y el resto de la jornada hasta las cinco en que deshace el trayecto pasarla sin hacer nada.
Dice el chofer que en la oficina el administrador le informó que cuando llegara a la empresa por la mañana y parqueara, tenía que ocuparse de botar la basura, una labor que desempeñaba uno de los trabajadores despedidos. También la empresa despidió a un ayudante de cocina y al jardinero, el chofer debía ahora botar la basura, mantener limpio el jardín, ayudar en la cocina entre las diez y las once, a pelar boniatos, trillar arroz, encender el motor del agua cuando hiciera falta.
Era un programa laboral de nuevo diseño económico, dijo el administrador sin mirarlo como si repitiera un mensaje. El chofer le preguntó por el salario, pues estaba cansado de trabajar voluntario, la respuesta del administrador fue que esa era la segunda etapa del programa, todavía en estudio, porque había que normar el rendimiento, la calidad del servicio, los costos y utilidades en su conjunto, era un sector de trabajadores muy numeroso el que estaba en proceso de quedar “disponibles”.
El chofer no entendió ni papa. Le dijo al administrador que el ómnibus tenía fallos de bujías y seguramente habría que revisar la transmisión y los platinos, y hasta hubiera que desmontar el motor, y cambiarlo. Improvisó una secuencia de problemas técnicos muy parecido a la palabrería del funcionario encargado de los despidos.
Dice el chofer que mañana habrá otra reunión en la empresa para ver quién además de cumplir con su contenido de trabajo, bota la basura, arregla el jardín y ayuda en la cocina por el mismo salario, ese poquito de dinero que del mes apenas alcanza para un día.
SUBSANACIÓN DE ERRORES
La subsanación de errores es un cuerpo jurídico empleado comúnmente en Cuba, que trae consigo una serie de trámites burocráticos nada cómodos en medio del periodo especial que vive la isla.
Los errores en los documentos se deben casi siempre a la premura, y al poco interés de los empleados públicos producto a los bajos salarios que perciben. Entre desganos y bostezos se cambian letras en los nombres, obvian o añaden tildes, suprimen o adicionan eses, provocando el caos cuando la persona aludida tiene que enfrentar el recurso de subsanación de errores, un trámite sumamente difícil.
Un caso específico es el de la señora Eroldida Jiménez, nacida el 14 de septiembre de 1924 en Manzanillo, hija del emigrante español Arénico Jiménez, un gallego que llegó a Cuba en 1901 en busca de futuro. Resulta que ahora el nieto de Eroldida está desesperado por acogerse a la ciudadanía española y marcharse del país, amparado en la reciente ley de naturalización que ha lanzado a miles de cubanos descendientes de españoles a las notarías.
Pero el nombre de Eroldida fue cambiado en la inscripción de nacimiento solicitada por el nieto en un viaje a Manzanillo y le pusieron Erodida. Tuvo que solicitar entonces en el bufete el documento subsanación de errores, pero hubo que solicitarlo tres veces más, por variaciones en el nombre, Erotica, Eroldia, y Erolda.
Contrataron un abogado, costoso, pero nunca como otro viaje a Manzanillo, para que se ocupara de la subsanación de tres errores. El abogado le exigió un certificado de matrimonio a Eroldida, su difunto esposo se llamaba Ermigido, y en el certificado de matrimonio le han puesto Ermigio, y otra vez la locura.
Eroldida llegó a su casa hoy al mediodía, lastrada por el sol y la demencia del ómnibus, cansada del enésimo viaje sin resultado al bufete colectivo, dejó caer su viejo cuerpo en una silla, pensó en su padre Arénico, que vino a Cuba en 1901 en busca de futuro, miró a su nieto desesperado por irse del país, animándola a seguir con las carreras a la notaria, dijo en voz alta --errando como los empleados públicos --, que Arsénico no debió haberse movido jamás de su terruño, allá en Galicia.
APERTURAS
Frank Correa
Igual que sucedió en los años noventa, Rafael ha comenzado a restaurar el quiosco en el portal de su casa para abrir un cafetín.
Otra vez el estado autoriza la apertura económica para negocios privados, y llena de esperanzas a muchos cubanos. La experiencia anterior les dejó un sabor amargo cuando fueron liquidados el noventa porciento de los cuentapropistas por el asedio de los inspectores y los elevados impuestos , aflicción que soportó Rafael durante una década viendo el deterioro progresivo de su quiosco.
Con el tiempo los ciclones le aflojaron el techo y por apuros económicos vendió las tejas, el fregadero, las rejas, losas, cables eléctricos. Lo que quedó se llenó de hierba y musgo, ahora su dueño lo ha vestido de nuevo, instaló otro fregadero, un soldador ya está colocando rejas en la puerta y las ventanas, para luego montar el techo.
Su esposa Flor mantiene la casa, y asume la inversión del cafetín gracias a su negocio de tirar las cartas del Tarot. Flor goza de una clientela abundante en Jaimanitas, Santa Fe y pueblos distantes de la capital, decenas de personas amanecen todos los días en su portal para que les revele el porvenir.
La cartomántica cobra 1 CUC por consulta, lee la línea de la vida, advierte cómo viene el futuro y cómo mejorarlo, informa del estado general de salud de los clientes, vaticina viajes al exterior, ayuda a concretarlos, a que las personas encuentren el amor, o los recuperen, a que obtengan buenos trabajos, y una vida mejor.
Si la apertura económica del gobierno comunista va en serio y Rafael no resulta timado de nuevo, confiesa estar seguro de poder salir adelante con su empresa y realizar el sueño de su vida, vivir sin premuras vendiendo pizzas, frituras, panes, café, refrescos, jugos, aunque eso le cueste a Flor perder público, pues con esta y otras aperturas insoslayables se resolverán algunos de los problemas que pesan hoy sobre el cubano.
REFUGIO ANTIATÓMICO
Frank Correa
La guerra nuclear profetizada con ardor en los últimos tiempos por el comandante en jefe, y que tal vez termine con la raza humana, no cogerá desprevenidos a los borrachos de Jaimanitas, quienes han encontrado en la vivienda de Crispín un excelente refugio.
El viejo Crispín, jubilado del sector de comercio minorista luego de trabajar cincuenta años como bodeguero, comenzó a vender ron de manufactura casera tras comprender que el salario de la pensión no le alcanzaba ni para mal morir. Instaló un serpentín en un tanque de aluminio, mediante un proceso químico destila alcohol en la cocina de su casa y vende la botella a treinta pesos, moneda nacional.
Crispín se ha agenciado una clientela que progresa por días, la proximidad de la playa, la falta de opciones recreativas y el desempleo creciente, han hecho florecer su negocio. Ahora se suma el terror al golpe nuclear, un motivo eficaz esgrimido por los borrachos para visitarlo más seguido y llenar sus botellas con las excusas que desean morir como vivieron, o que no quieren estar sobrios cuando impacte la bomba.
Antes del anuncio de la guerra el viejo montaba el serpentín una vez a la semana y el tanque le duraba varios días, hoy declara que el tanque se agota en una jornada, que muchos clientes esperan en la puerta a que el proceso termine, y poder comprar lo antes posible el antídoto nuclear.
Ayer estaban en su casa casi todos los borrachos de Jaimanitas, sentados en las pocas sillas de la sala, en el portal y en el piso, esperando que el calor de la hoguera concluyera el goteo. Crispín alimentaba el fuego con leña fresca mientras disertaba sobre las terribles consecuencias de una guerra atómica, y la necesidad inaplazable de estar preparados. A cada rato soltaba una frase:
--Aquí están a salvo, muchachos.
Los borrachos escuchaban absortos sus palabras, mirando con insistencia la boca del tubo por donde salía el líquido, como queriendo con los ojos apurar el proceso.
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