viernes, 1 de octubre de 2010

EL BUQUE MADRE


Frank Correa

SEPTIEMBRE 2010


Tetis, un padre de familia del municipio habanero La Lisa, se tiró al mar el 10 de Septiembre por la costa de Jaimanitas, desesperado por la situación social.


Al cuarto día estaba perdido, sin agua, sin comida, ni fuerzas para seguir. Lo recogió el guardacostas americano, lo llevó al buque madre, un gran barco de hierro que se mueve lentamente por la parte norte de Cuba, entre Pinar del Río y La Villas, en el estrecho de Florida. Su tarea consiste en acoger a los balseros que traen los guardacostas. Cuando se llena un cupo coordinan por radio con el mando cubano para atracar en la bahía de Cabañas, o en Bahía Honda, para desembarcar la carga.


Tetis se iba del país en una balsa rústica, con dos amigos más, también de La Lisa. Era casi de noche cuando lo subieron al buque madre. Lo bañaron, le dieron ropas nuevas, lo pusieron a dormir en cubierta. El buque madre estaba recién pintado. Por los cristales se veían los oficiales y los marineros americanos en sus faenas. Había un radar blanco que giraba lentamente. Le trajeron frijoles mexicanos, largos, nadando en agua. Supo que eran mexicanos porque se lo dijo un marine de origen mexicano. También le dieron pan y yogurt.


No quiso comer los frijoles, botó el plato plástico por la borda. Mojó el pan con el yogurt y lo comió con calma, mientras veía pasar los cayos alumbrados por el reflector. A veces imaginaba ver entre los mangles hombres náufragos luchando por salvarse, pero miraba bien y eran solo las sombras del agua distorsionadas con la luz.


Cuando se cansó de ver agua por todas partes se acostó sobre cubierta. Se percató que yacía sobre una señalación, el lugar de aterrizaje del helicóptero. Lo tomó como un augurio. Miró el cielo estrellado, luego la inmensidad del estrecho de Florida -- mucho mayor que lo que se indica en el mapa --, pensó en sus hijas, en la suerte de estar vivo, de poder regresar a casa.

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