viernes, 26 de noviembre de 2010

COMBATIENTE DE ANGOLA

FRANK CORREA

En un agromercado estatal de la calle Armas en la barriada de Lawton, donde una multitud se disputaba por comprar papas, presencié la escena de un negro flaco, sucio y mal vestido, que se coló impúdicamente delante de todos. Cuando requirieron su mala conducta puso cara abatida y alegó que estaba enfermo de cáncer.


--¡Todos los días dices lo mismo y tu cáncer es la botellaaaaaaa…!


Al parecer tenía poco dinero porque solo tomó cuatro papas, mientras pagaba sacó un pomo plástico y se dio un trago. Al salir a la calle las personas volvieron a ofenderlo, el negro tomó postura solemne y alegó como un salvoconducto que había peleado en la guerra de Angola con el general Espinosa Martín, de ametrallador de un tanque T-35.


Entonces lo criticaron más por haberse dejado utilizar en una guerra ajena. Le espetaron que el general Espinosa vivía ahora en una mansión del reparto Koly con la despensa llena, mientras él debía fingir estar enfermo para comprar papas.


Una señora dijo que la noche anterior la televisión cubana exhibió un reportaje sobre Luanda, la capital de Angola, una ciudad esplendorosa en un país rico, y aquella matazón en el agromercado daba pena.


El negro bajó la cabeza, reconoció que era verdad. Contó que estaba vivo de milagro, que en una emboscada en Huambo murieron todos los integrantes de la dotación del tanque y él tuvo que embarrarse de sangre y esconderse bajo los cadáveres de sus compañeros hasta que el enemigo se marchó.


Dijo también que vio morir a muchos jóvenes salidos de sus casas directamente al campo de batalla, y a uno que se inyectó sosa cáustica en un pie para que lo trajeran a Cuba, y a otros que regresaron locos, o se volvieron locos con el tiempo, o se tiraron a la bebida, como él. Que en otro lugar del mundo sería considerado un veterano de guerra, con amparo del estado, y aquí tenía que fingir estar enfermo de cáncer para comprar cuatro papas.

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