martes, 2 de noviembre de 2010

Deterioro evidente.

Por Aimée Cabrera.




El cónclave del sector del transporte celebrado en fecha reciente dejó demostrado que el ministerio del ramo jamás va a poder resolver lo esencial, en cuanto a la transportación que necesita el pueblo a diario.


Entre las tantas faltas, y las promesas que nunca son echas realidad aparecen entonces, las medidas absurdas como sucede con el superexpreso que ayuda como refuerzo, al rutero de Alamar P-11 en el horario comprendido entre 2 y 30 a 5 y 30 de la tarde.


Estos superexpresos provienen del paradero del Cotorro y hacen el viaje desde la parada de Calle G y 27, en el Vedado hasta MICROX en Alamar. Lo inconcebible de esta ayuda es que una vez que dejan a los pasajeros casi al final del recorrido en Alamar, enfilan a coger Vía Blanca pero vacíos, y así hacen el recorrido hasta llegar de nuevo al Vedado.


En este horario de gran demanda en que muchas personas esperan el P11 en su primera parada, ven pasar a los superexpresos, cuyos choferes no están autorizados para recoger pasajeros, como sucedió en la tarde del jueves 14 de octubre, en que la lluvia torrencial que trajo el ciclón Paula, paralizó el transporte en esta céntrica zona del municipio Habana del Este.


Esa tarde no había ningún transporte para viajar al centro de la capital. En su horario habitual, la gente vio, como de costumbre a los ruteros de color rojo que impasibles, se negaron a recoger pasaje, a pesar de la intensa lluvia. Nadie entiende, como es posible que se autorice una situación como la descrita.


Nadie entiende cómo fue posible que ese día no se hubieran suspendido las actividades laborales y escolares. La indolencia y la falta de responsabilidad de quienes no tomaron las medidas preventivas pertinentes propiciaron que cientos de trabajadores y estudiantes, incluyendo niños, estuvieran en las calles inundadas una vez que comenzó a llover , mientras apenas pasaban los autobuses.


En Cuba, es bueno recordar, que para sus ciudadanos es casi imposible conseguir un medio de transportación y comprarlo para aliviarse de la tragedia que constituye llegar a una parada de ómnibus, donde son recibidos por otros tantos que no saben cuánto demorarán, o si llegaran a tiempo.


Pensar en comprar un automóvil es quimérico, lo mismo sucede con las motos; y hasta con las bicicletas. Lo más difícil, en caso de ser afortunado, suele ser el mantenimiento y las piezas de repuesto, sin contar lo que cuesta cada arreglo, y la posibilidad de perder el vehículo, pues hay quienes viven del robo de los mismos.


Los carros de alquiler particulares conocidos como “almendrones” no son suficientes y, para la mayoría de la población resultan caros pues cobran entre $10.00 o $20.00. Estos precios, aunque sean en la moneda nacional, son altos para cualquier trabajador que gane entre 300 o 400 pesos al mes (unos veinte dólares).


La variante de los taxibuses al precio de un peso, apenas ayuda al transporte urbano en los horarios de más congestión. Existen varios de ellos, que pudieran resolver la transportación, pero no pasan con frecuencia.


Es común observar como no todas las personas los toman “porque la vida está muy cara, hasta los cuarenta quilos (centavos) ya son demasiado”- dice una oficinista que, en una parada de la Calle 23 en el Vedado, no ve cómo llegar a su centro de trabajo en el municipio Playa


Como atrapados en un callejón sin salida parece estar quienes desesperados esperan en las paradas de ómnibus urbanos de cualquier punto capitalino. Los más jóvenes se paran por las esquinas para salir corriendo hacia donde pare el vehículo, si es que para, y estas carreras a veces son peligrosas, pues se hacen en medio de calles congestionadas por el tráfico.


Nadie en el sector del transporte, ni su ministro, ni sus dirigentes administrativos o sindicales tienen respuestas alentadoras en las que se puedan constatar que habrá una mejora considerable en cuanto al transporte urbano, porque hablar del ferrocarril ,de los ómnibus interprovinciales, el ferry de Isla de la Juventud, o el avión, ni hablar!


Como todo en la Cuba de hoy, no existe una respuesta objetiva. Cuando más, se le echa la culpa al bloqueo económico y al gobierno de los EE UU, con frases manidas que han sido repetidas para encubrir el mal trabajo y la falta de conciencia, ajenas a garantizar el bienestar de la población.

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