Los choferes de ómnibus tienen que trabajar bajo circunstancias agotadoras producto del calor, la falta de conductor que los ayude y el poco estímulo a su labor cuando reciben un salario que, cambiado a la moneda convertible no es suficiente para resolver las necesidades durante un mes.
Ellos se sienten cansados y explotados, como la mayoría de los trabajadores cubanos, por lo que buscan formas de escape, aunque con las mismas creen crisis, las cuales no afectan a los funcionarios del gobierno, principales culpables de su lógico descontento, sino que afectan sólo al pueblo.
En fecha reciente las noticias abarcaron la mejora del transporte urbano, con la asignación de los nuevos articulados a diferentes paraderos existentes en todos los municipios capitalinos. Los viejos conocidos por “Camellos” fueron desarticulados, y a las rutas menos conflictivas se les garantizaron también carros sencillos, en buen estado.
Pero la insensibilidad, la indisciplina y el desestímulo los muestra ya deslucidos y sucios, si bien el descontento comienza dentro del paradero, donde los fregadores se resfrían limpiando los autobuses con viejas escobas, sin botas adecuadas, ni mangueras a presión, “todo es viejo, lo que quieras tiene s que conseguirlo con tu dinero, o renunciar”-opina un trabajador de una brigada de fregadores.
Este puesto de trabajo presenta siempre un déficit de empleados porque bajo estas condiciones deplorables es difícil mantener una estabilidad laboral. Y algunos se cuestionan si este sector recibe asignación de presupuesto para la adquisición de implementos, ropas y calzados apropiados, o el mismo se esta desviando para otros fines.
Por eso, desde que un chofer saca su vehículo y llega a la primera parada, los pasajeros entran a un ómnibus sucio, con una persona malhumorada presta a desatender, maltratar de palabra o de hecho, entre otras arbitrariedades. Y por eso es normal para la población aceptar toda la indisciplina que emana de los choferes urbanos, quienes no exigen sus derechos a la administración o al sindicato, y olvidan la repercusión social, de la labor que realizan.
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